"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

jueves, 9 de junio de 2011

Las reses del diablo

Cuenta la leyenda que a mediados de la década de los 20 del pasado siglo, un joven de doce años oriundo de Arizona llamado Stan Jones subió junto con un amigo cowboy a la cima de una colina en la que se encontraba ubicado un molino de viento: debían asegurar las aspas porque se acercaba una fuerte tormenta. Oscuras nubes cubrían el cielo a la vez que cegadores relámpagos lo rasgaban intermitentemente. El vaquero le dijo a su acompañante que, si miraba fijamente el horizonte, vería venir al rebaño del diablo, seguido de cerca por jinetes fantasma y que, si no se portaba bien, él mismo acabaría junto a ellos algún día, persiguiendo a las infernales reses por toda la eternidad.

El joven Stan salió despavorido del lugar perseguido probablemente por nada más que las carcajadas de su amigo. Años más tarde, en 1948, ya convertido en un hombre, Stan se sentó un día con su guitarra en el Valle de la Muerte –donde trabajaba como cuidador del Parque Nacional del lugar– y escribió su más famosa canción recordando aquella anécdota de su infancia: (Ghost) Riders in the Sky, una composición de cadencia ominosa y acordes inquietantes que sería grabada en años posteriores por infinidad de artistas tanto del country como por crooners y, con la llegada del rock, también por bandas y solistas de este estilo: Burl Ives (a quien pertenece el mérito de realizar la primera grabación del tema), Vaughn Monroe (que la llevó al nº1 de las listas un año después de ser escrita), Bing Crosby, Dean Martin, Marty Robbins y docenas y docenas de músicos rendirían su tributo personal a la obra cumbre de Stan Jones, quizá uno de los últimos cowboys del Viejo Oeste, cuya vida transcurrió entre rodeos, desiertos rocosos, música western y películas de John Ford (suyas son también las canciones de Centauros del desierto, Río Grande, Misión de audaces o la serie Cheyenne, y hasta el cowboy cinematográfico Gene Autry protagonizó un largometraje inspirado en el tema que homenajeamos: Goldtown Ghost Riders).

Resulta difícil que mis respectivas aficiones a la literatura y a la música coincidan temáticamente: mi predilección en la primera disciplina es la novela gótica, de terror y de misterio; lo que más escucho dentro de la segunda es música americana de los años 50 y 60, en donde cabe esperar más bien canciones de amor y de desamor o que hablen de ritmos pegadizos y bailones; casi diríase que las ambientaciones fantasmagóricas, macabras y de ultratumba son más propias del heavy y de sus múltiples variantes (aunque con importantes excepciones como el impagable Screamin´ Jay Hawkins o la habitual presencia del Diablo en la música blues). Ghost Riders in the Sky es sin duda una insólita excepción, pues nos habla de un vaquero que, en un día oscuro y ventoso, hace un alto en su camino para detenerse a descansar en una loma cuando ve aparecer en el cielo un espantoso rebaño de reses de ojos rojos, marcas ardientes, pezuñas de acero, negros y brillantes cuernos y abrasador aliento. Al desdichado todavía le queda una experiencia peor, pues tras la manada cabalgan los jinetes fantasmas que dan título a la canción, hombres demacrados de ojos borrosos y camisas sudorosas que montan caballos que resoplan fuego y que están condenados por sus pecados a perseguir eternamente a las reses del Diablo a través del cielo infinito. Cuando llegan a la altura del protagonista, uno de ellos le llama por su nombre y, a la manera de tantos y tantos cuentos de la literatura de terror en la que un personaje de vida disoluta o comportamiento cuestionable recibe una advertencia sobrenatural para enmendar su vida (Cuento de Navidad de Dickens parece el ejemplo más obvio) le dice que cambie su actitud o algún día acabará junto a ellos.

Una letra original y sugestiva y  tres sencillos acordes constituyen, pues, una de las composiciones norteamericanas del siglo XX de la que se han hecho más versiones. Con gran dificultad he escogido tres de entre las que conozco:

* Versión de Ronnie Dawson: esta fue, que yo recuerde, la primera vez que oí la canción de Stan Jones, allá por 1989. Dawson fue un joven rockero que en los cincuenta editó algún single aislado pero que no tuvo una carrera muy afortunada hasta que el revival de los 80 le recuperó para el público especializado.
* Versión de The Ramrods: hasta donde sé, la primera versión instrumental que se hizo del tema. Este grupo de Connecticut la llevó al nº30 de las listas de su país en 1961. Infinidad de músicos de rock instrumental la versionearían posteriormente, entre ellos, gigantes de la talla de Duane Eddy, los Shadows o los Ventures.
* Versión de Johnny Cash: una canción de fantasmas entonada por la cavernosa voz de este mito del country. ¿Puede concebirse una unión más idónea?

6 comentarios:

  1. ¡Hay una versión de Cash con los teleñecos! -> http://www.youtube.com/watch?v=n5HRSmLlaiA

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  2. Sí, tengo ese programa al completo y estuve muy tentado de ponerla :D

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  3. Me quedo con la de los teleñecos sin duda.

    Gracias por ponerle trasfondo a una canción que he oido cienes de veces sin ponerle nombre siquiera.

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