"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

martes, 26 de enero de 2016

Adiós a Videoclub Casablanca

Un pequeño local que, sin embargo, escondía
 la mayor oferta de películas en vídeo de la ciudad
En estos días toca decir adiós a un local emblemático de Puerto de Sagunto, prácticamente una institución: el Videoclub Casablanca anunció recientemente su cierre definitivo a finales de este mismo mes de enero de 2016. Su propietario, Ximo Ginés, se jubila tras 27 años al frente del negocio. “El Casablanca” era algo más que un simple videoclub; al menos era diferente a todos los demás videoclubes del pueblo, primero porque estaba regentado por una persona a la que le gustaba el cine y que entendía de él. Puede parecer irónico, pero yo mismo comprobé de primera mano y en numerosas ocasiones que muchos propietarios o empleados de videoclubes no sabían absolutamente nada de lo que vendían (o alquilaban). En una ocasión, incluso se me llegó a ofrecer como alternativa a una película que yo buscaba otra cuyo título rimaba con ella….

El panel de novedades siempre era el más visitado
Años 80: llega el vídeo doméstico
En la década de los 80 fue irrumpiendo paulatinamente en los hogares españoles el vídeo doméstico (véase mi entrada recordando aquellos tiempos) y con las cintas magnéticas en los formatos VHS, Beta y 2000 llegó también un nuevo tipo de establecimiento público: el videoclub, un lugar en el que los afortunados propietarios de un moderno magnetoscopio podían ir a comprar y alquilar películas para su flamante aparato. Los primeros de estos comercios coincidieron casi siempre con tiendas de electrodomésticos, la mayoría de las cuales hicieron un hueco en su superficie para ofrecer videocasetes a sus clientes, pero hubo también empresarios que directamente inauguraron sus propios negocios de alquiler de películas domésticas. Este fue el caso de nuestro homenajeado quien, cansado de trabajar por cuenta ajena, decidió emprender la aventura de la autonomía y montar uno de estos establecimientos en el año 1989: su emplazamiento sería una calle clásica de la localidad, la Segorbe, concretamente en su número 54. El local era en realidad una vieja planta baja remodelada pero, cuidado: sus modestas dimensiones podían llevar a engaño, porque acabaría teniendo la oferta más amplia y rica de películas para visionado doméstico de la localidad, como veremos. Ximo lo bautizó con el título de la legendaria película de Michael Curtiz que también dio nombre a muchos cines españoles de otras épocas (sin ir más lejos, el que había en Sagunto hasta los primeros 80).

Las películas "de punto rojo": de regalo con cualquier novedad
Una amplia oferta
El Videoclub Casablanca se concibió como un comercio familiar y amistoso en el que su gerente conocía bien a sus clientes, sabía de sus gustos y siempre estaba dispuesto a recomendar una u otra película en base a ello. Yo personalmente no tuve vídeo hasta el mismo año de su inauguración, y los videoclubes a los que primero acudí fueron aquellos inmediatamente más cercanos a mi casa: Centauro, Omar y el que estaba en la calle Naranjo, cuyo nombre siento haber olvidado. No sé si conocí el Casablanca porque pasé por su ubicación y me fijé en él, o porque alguien me habló del local, pero comencé a ir en los primeros 90 y siguió siendo mi videoclub preferido durante más dos décadas, aunque lo alterné ocasionalmente con otros si no encontraba una película que buscaba o si decidía ver alguna por la noche, horario en el cual sólo algunos de estos comercios abrían en el pueblo. A menudo durante muchos años bajé hasta el Casablanca por el simple placer de dar un paseo hasta allí y charrar un rato con Ximo, al margen de la calidad o el interés que pudiera tener la película que luego me llevara. Además, sus precios nunca tuvieron igual en la localidad –al menos, que yo sepa–: el videoclub te ofrecía dos tipos de película: los estrenos, o las de “punto rojo”, que ya llevaban un tiempo en alquiler. Las primeras valían 200 pesetas, las segundas, 100, pero… esto era lo mejor: con cualquiera de ellas te podías llevar otra película de punto rojo, lo que quiere decir que podías optar a dos títulos por tan sólo veinte de los antiguos duros. Estos precios subieron luego con la llegada de la moneda única a 1 y 2 euros, e igualmente el Casablanca actualizó sus cintas magnéticas a discos DVD y –más recientemente– Blu-Ray. Incluso llegó a tener videojuegos durante algún tiempo.

La pequeña habitación del fondo albergaba las películas clásicas y...
también algunas más picaronas...
Como ya avanzaba antes, las humildes dimensiones del Videoclub Casablanca podían fácilmente llevar a engaño, pues si bien en cantidad el negocio quizá no podía competir con otros locales del mismo ramo mucho más grandes (como las enormes franquicias Weekend que abrieron algunos años después), la oferta y la calidad que el Casablanca proporcionaba no tenía probablemente igual en el pueblo: cualquier persona que buscara un tipo de película algo menos conocida o comercial, o que deseara revisitar algún clásico de antaño, sabía que aquel era prácticamente el único sitio en el que iba a poder alquilarlo en muchos kilómetros a la redonda. Ximo no tenía a lo mejor 8 o 10 copias de las novedades más recientes, pero en diversidad no había quien compitiera con su comercio.

Peces grandes… y pirañas
En lo relativo al cine, las películas y el arte dramático en general, siempre me es inevitable recordar aquella metáfora del pez que es devorado por otro pez más grande: el 7º Arte, en sus primeros momentos de vida, destronó a la milenaria representación teatral como entretenimiento favorito del espectador. Décadas después, la pequeña pantalla hizo peligrar a la grande a medida que se implantaba en más y más hogares. Después llego el vídeo, cuyo auge coincidió de manera nada casual con la muerte de muchos locales de cine veteranos. Y en este nuestro siglo XXI ha llegado algo que difícilmente hubiéramos podido prever hace unas pocas décadas, más que un pez grande, todo un banco de pirañas: internet, una forma de comunicación inmediata, rápida y muy tentadora en la que algo indiscriminada y caóticamente se han mezclado toda una serie de ofertas que ponen al alcance del usuario con pocos prejuicios –y con el discutible pretexto de que “la cultura es gratis”–  un método barato o directamente gratuito de obtener una interminable serie de opciones: películas, música, videojuegos, libros… 

El Casablanca era prácticamente el único videoclub en el que se
podían encontrar películas clásicas y de autor
Ni qué decir tiene que es esta red de redes mundial la que, a su vez, ha imposibilitado prácticamente el alquiler y venta de películas –y de discos, y de libros, y de videojuegos, y de… – y ha dado el estocazo mortal tanto a los videoclubes como a muchos otros tipos de comercio y de formas de vida. Cuando hablas con muchas personas jóvenes al respecto de todas estas cosas, te das cuenta de que ni siquiera conciben pagar por alguno de estos divertimentos, de que en su vida han tenido que poner dinero para ver una película o ni siquiera han ido al cine, algo que a mí personalmente me sume en un tremenda tristeza por tratarse de una filosofía de vida tan diferente a la mía, que he crecido yendo y amando el cine en pantalla grande. Son decididamente malos tiempos para muchas cosas: el cine, los videoclubes, las librerías, y tantas más, y nuestros sucesivos gobiernos no están precisamente ayudando a aliviar todas estas heridas contra la cultura en sus muchas formas.

Ximo Ginés se jubila tras 27 años al frente de su negocio. Por sus manos
han pasado miles y miles de películas
Si he de ser sincero, también tengo que admitir con pesar que en los últimos años yo mismo fui dejando paulatinamente de ir al Casablanca: hacia el 2013-2014 toqué uno de los baches personales más grande de mi vida. Tras varios años desempleado, mi economía llegó a límites tan precarios que hasta los míseros 2 euros que costaba alquilar una película me suponían a menudo un inmenso sacrificio. Y, además, para mí la prioridad siempre ha sido y será el cine, así que, sintiéndolo mucho, tuve que elegir dónde destinar mis escasos ahorros.

¡Feliz jubilación!
Con el inminente cierre del Casablanca, creo que sólo quedarán un par de videoclubes en Puerto de Sagunto (puedo dejarme alguno). Visto y lo visto, y dicho lo dicho, no parece haber un futuro muy esperanzador para este tipo de comercio. Nuestro amigo Ximo Ginés seguirá al frente de su local hasta el 31 de enero, y hasta entonces estará liquidando su amplio stock de películas en DVD y en Blu-Ray, por lo que, si cualquier lector está interesado en esta oferta, puede pasarse por la ya citada calle Segorbe, 54 de Puerto de Sagunto o llamar al teléfono 96 2676145. Ni qué decir tiene que yo ya estuve seleccionando algunas películas que me he llevado como recuerdo del videoclub (¡y a riesgo de saturar mis pobladísimas estanterías!).

El letrero del videoclub pronto se apagará de manera definitiva...
Por mi parte, nada más queda que desearle a Ximo una feliz jubilación con muchísimas más películas de las que disfrutar, agradecerle su gestión y amistad todos estos años y desearle suerte con su proyecto del resucitado Cine Club Nautilus, en donde todos los lunes varios aficionados al cine se reúnen para ver algún clásico y comentarlo (más información en su página en este enlace de su página Facebook).

1 comentario:

  1. Si que es un lastima sí, el tiempo pasa para todos los sentidos dejando una huella impresa en la memoria de lo que fue. Al menos, si su jubilación se da por la edad, me alegro de que un cinéfilo como Ximo haya acabado su labor siguiendo el camino que le gustaba.

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