"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

sábado, 29 de agosto de 2015

Ingrid Bergman: Centenario

Hace cien años, tal día como hoy, aparecieron dos soles sobre la capital sueca de Estocolmo. Uno fue ese astro grande y anaranjado que todos conocemos y seguimos viendo en el cielo a diario; el otro fue una pequeña niña de pelo claro y ojos azules que en aquel momento sólo iluminó a sus felices padres, pero que con el tiempo llegaría a emitir un fulgor que alcanzaría a millones de personas. Más allá de toda duda y posible discusión, Ingrid Bergman es a fecha de hoy, en el centenario de su nacimiento, uno de los grandes mitos del séptimo arte y una de las actrices más queridas y recordadas por los aficionados al cine. Buena parte de la comunidad cinéfila internacional está celebrando en este fin de semana tan señalada efeméride en la forma de toda una serie de exposiciones, retrospectivas y proyecciones de sus películas, aunque sin duda entre los más destacables eventos está el estreno del documental Ingrid Bergman, en sus propias palabras de Stig Björkman, del que los asistentes al festival de Cannes ya pudieron disfrutar, pero que llegó ayer a los circuitos comerciales precisamente proyectándose en la ciudad natal de Bergman. Hasta su país de origen y el adoptivo –EE.UU.– le han dedicado sendos sellos de correos.

A un servidor le hubiera encantado, de propiciarse mejores circunstancias, poder permitirse un viajecito a la lejana Suecia para disfrutar, no sólo de la cinta de Björkman, sino de la ciudad y del país en general. Como esa ilusión queda lejos de mis posibilidades, he querido homenajear a esta actriz por la quedé fascinado mucho tiempo atrás de una manera más modesta, pero igualmente sentida y apasionada. Una ha sido adquiriendo el libro Ingrid Bergman: A Life in Pictures, volumen esencialmente pictórico recopilado principalmente por su hija Isabella Rossellini con objeto precisamente de conmemorar los cien años del nacimiento de su madre. El enorme libro (528 págs. y un formato de 24 x 5,5 x 31 cm y 5 kilos de peso, y acompañado de un CD) apareció el pasado año al precio oficial de 98 euros, aunque yo he tenido la suerte de conseguirlo por once menos, pero su coste ya comienza a dispararse (hasta 200 euros piden por él en una librería española) y es obvio que pronto se convertirá en un cotizado objeto de coleccionista, razón por la cual decidí comprarlo antes de que fuera económicamente inalcanzable o prohibitivo. Hace ya unos meses que está en mis estanterías y me siento muy orgulloso y satisfecho del maravilloso volumen. Un verdadero lujazo.

¡Ya está en mi biblioteca!

La segunda forma en que quiero homenajear a Ingrid es, por supuesto, desde mi blog, con este modesto artículo y con una selección de diez de sus películas a modo de recomendación para quien quiera iniciarse en su filmografía. Se trata de una selección basándose en mis gustos y limitada a lo que he podido ver de su trabajo, que es una gran parte de este, pero que tiene alguna importante laguna como es su labor en su país natal antes de dar el salto a Hollywood (doce películas de las que sólo he visto dos).

No tengo un recuerdo claro de cuándo conocí a Ingrid Bergman. Creo que fue algo después de su fallecimiento –contrariamente a otros mitos del cine a los que he seguido desde bien niño–. Por quién doblan las campanas Anastasia fueron algunas de las primeras películas que vi de ella. Después –o por la misma época– llegó Casablanca, en la que todos envidiamos a Humphrey Bogart siquiera por poder pasar un rato con aquella fascinante mujer casada con un líder de la resistencia y con el corazón dividido entre dos hombres que finalmente partía en un avión dejando a su antiguo amor con el entrañable policía Louis. Siguieron muchas más películas, e Ingrid Bergman se convirtió en una de esas presencias que para siempre formarán parte de mi vida; esos seres etéreos, casi irreales que vienen de ese reino maravilloso de los sueños que es el Cine y que te arrancan sonrisas, lágrimas y sentimientos con su variopinto surtido de personajes y películas. Gente que, de alguna manera, acaban convirtiéndose en una especie de amigos o familiares aunque jamás llegues a conocerlos. Así que, para siempre Ingrid…

El extraño caso del doctor Jekyll (Victor Fleming, 1941)
Ingrid Bergman llevaba ya dos años y tres películas en Hollywood, y los estudios parecía que se habían empeñado en presentarla al público como la cándida y adorable muchachita a la que todos querríamos conocer, cuando la sueca realizó un audaz movimiento en su carrera: cedió el papel de novia del doctor Jekyll a Lana Turner para interpretar a la prostituta Ivy en la nueva adaptación a la pantalla del clásico de Robet Louis Stevenson realizada por Victor Fleming. Por supuesto, salió perfectamente airosa del reto. Los años demostrarían que era una actriz absolutamente todoterreno que podía con lo que se le presentara.

Casablanca (Michael Curtiz, 1942)
La gloria eterna llamaba a las puertas de nuestra diva y de sus compañeros de reparto cuando Michael Curtiz les propuso rodar esta película ambientada en la ciudad marroquí que le daba título durante la II Guerra Mundial y que creo que no necesita más presentación. Parece que ninguno de los actores apostaba mucho por ella, y sin embargo, hoy en día es uno de los más grandes clásicos del cine, y sin duda la película por la que la gran mayoría de espectadores recuerdan a Ingrid Bergman.

Por quién doblan las campanas (Sam Wood, 1943)
Parece que el de una sueca alta, rubia y con ojos azules no era el físico más adecuado para interpretar a una joven española durante la Guerra Civil de nuestro país, pero Ingrid estaba empeñada en obtener este papel cuando la novela homónima de Ernest Hemingway se llevó al cine y no dudó siquiera en cortarse el pelo para ello. Consiguió así hacer pareja con Gary Cooper y refugiarse en las montañas con un grupo de guerrilleros republicanos que hostigaba al ejército franquista. Fue la primera de sus siete nominaciones al Óscar, y también una de las primeras películas de la homenajeada que recuerdo haber visto, creo que incluso antes de la anterior.

Luz que agoniza (George Cukor, 1944)
Remake de la película británica de 1940 Luz de gas, basada a su vez en la obra teatral de Patrick Hamilton. Ingrid deslumbró en un papel –el de desvalida dama atormentada– que bordaría en nuevas ocasiones en aquella misma década; tanto que le valió su primer premio Óscar. Pero tampoco hay que olvidar que contó con el magnífico apoyo de Charles Boyer y Joseph Cotten delante de la cámara y del de George Cukor tras ella. Una obra que nunca me canso de ver. Si sólo pudiera quedarme con una película de Ingrid Bergman (y con permiso de Casablanca), sin duda sería esta.

Encadenados (Alfred Hitchcock, 1946)
Mi director favorito con una de mis grandes actrices favoritas es para mí una mezcla tan explosiva como irresistible, y además se da la afortunada circunstancia de que trabajaron juntos en tres ocasiones, así que me es muy difícil quedarme con uno solo de sus trabajos. Elijo este por parecerme el más redondo, pero considero que simbólicamente engloba también a los otros dos, Recuerda y Atormentada. Ingrid es aquí la hija de un científico nazi al que repudia y que ha de trabajar con el servicio secreto estadounidense para capturar a un antiguo compañero de su progenitor. Grandes secuencias y lecciones visuales del maestro Hitchcock, y el beso más largo de la historia del cine durante mucho tiempo… aunque fuera “a trozos”.

Europa '51 (Roberto Rossellini, 1952)
Durante muchos años me resistí a abordar la filmografía de Roberto Rossellini (lo contaba en esta entrada). Sólo había visto Stromboli, y no fue hasta el pasado 2014 cuando por fin pude ver casi todos los trabajos que hizo con la que entonces era su mujer. Ingrid se había escapado a Italia, escandalizado a medio mundo y enamorado y casado con el director neorrealista. De aquella época saldrían tres de los cuatro hijos de la actriz y seis colaboraciones con su marido. Ninguna funcionó muy bien en taquilla y la pareja tuvo que pasar bastantes penalidades económicas, pero nuestra chica demostró lo que adelantaba antes: que podía con todo, que igual lucía en un lujoso set hollywoodiense en una gran producción, que en una película de bajo presupuesto rodada con grandes dificultades.

De la etapa italiana de Ingrid Bergman, escojo Europa ’51 también de manera representativa, pero con la intención de aglomerar genéricamente todos sus trabajos en la península, pues en casi todos encuentro algún aspecto interesante y también me gusta mucho Ya no creo en el amor.

Anastasia (Anatole Litvak, 1956)
Por la puerta grande. Así volvió Ingrid al país que la había repudiado tan sólo unos años atrás. Aunque raramente volvió a pisar suelo estadounidense, la sueca trabajó de nuevo para EE.UU. tras dejar Italia y divorciarse de Rossellini. Rodaría principalmente en Europa y se afincaría en Londres, donde residiría el resto de su vida.

En su segundo largometraje internacional tras esta reentré, dio vida a Anna Koreff, sosias de Anna Anderson, una de las muchas mujeres que, en el pasado siglo, reclamaron ser la mismísima Gran Duquesa rusa que da nombre a la película. Un grupo de inversores de aquel país buscará hacerla pasar por el desparecido personaje para obtener un gran capital, pero, al final, ¿será o no será la verdadera Anastasia? Da igual, porque Ingrid Bergman vuelve a refulgir con esta interpretación que le reportaría un nuevo premio de la Academia.

Indiscreta (Stanley Donen, 1958)
Más habitual en thrillers y melodramas, nuestra actriz no se prodigó demasiado en la comedia pero, cuando lo hizo, siguió demostrando que ningún género ni historia se le resistía. Con Stanley Donen rodó esta película –adaptación también de una obra teatral de Norman Krasna– en la que interpreta a una actriz que inicia una relación sentimental con un financiero. Admito que la primera vez que la vi se me atragantó un poco. Años después quedé inmediata y contrariamente hechizado por ella. Y es que Ingrid Bergman y Cary Grant juntos son nombres mayores. Imposible resistirse al encanto de la pareja.

Asesinato en el Orient Express (Sidney Lumet, 1974)
Resulta curioso que, en sus últimos años de vida, nuestra actriz buscara voluntariamente afearse con muchos de sus personajes, caso de esta película, Nina o Una mujer llamada Golda. Ni siquiera intentándolo y a pesar de estar enferma, Ingrid consiguió perder su encanto y atractivo, porque naturalmente ambos eran innatos y no fruto de artificios ni cirugías. En esta adaptación de la novela de Agatha Christie con un espléndido reparto coral, interpreta a una criada sueca sospechosa del crimen del título. Parece ser que el director, Sidney Lumet, tenía pensado para ella el papel de dama de la aristocracia que finalmente encarnó Wendy Hiller, y que fue Ingrid quien insistió en hacer el otro. Le acabó valiendo su tercer y último Óscar, esta vez como actriz de reparto.

1979 Sonata de otoño (Ingmar Bergman, 1979)
Voy a hacer una excepción y acabar esta selección con una película que admito que no me entusiasma. El estilo de Ingmar Bergman –por muy venerado que este esté– se me hace a veces algo indigesto cinematográficamente. Aún con todo, es tanta la importancia artística y simbólica de este film en la carrera de Ingrid que creo esencial destacarlo en su filmografía básica: fue su último trabajo para la gran pantalla, su última nominación a los Óscar, volvió a rodar en su Suecia natal –cerrando, de alguna manera, el ciclo de su obra– y además lo hizo con el que posiblemente es el director más importante de aquel país. Bergman y Bergman. ¿Puede quedar más redondo?

Después de este largometraje, Ingrid, con un cáncer muy avanzado, aún filmaría para la televisión Una mujer llamada Golda. Nos diría adiós precisamente el mismo día que había nacido, un 29 de agosto de 1982. Hoy hace treinta tres años. Cabe preguntarse inútil pero inevitablemente cuántas más maravillosas interpretaciones nos habría ofrecido de vivir unos años más.

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