"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

sábado, 29 de agosto de 2015

Ingrid Bergman: Centenario

Hace cien años, tal día como hoy, aparecieron dos soles sobre la capital sueca de Estocolmo. Uno fue ese astro grande y anaranjado que todos conocemos y seguimos viendo en el cielo a diario; el otro fue una pequeña niña de pelo claro y ojos azules que en aquel momento sólo iluminó a sus felices padres, pero que con el tiempo llegaría a emitir un fulgor que alcanzaría a millones de personas. Más allá de toda duda y posible discusión, Ingrid Bergman es a fecha de hoy, en el centenario de su nacimiento, uno de los grandes mitos del séptimo arte y una de las actrices más queridas y recordadas por los aficionados al cine. Buena parte de la comunidad cinéfila internacional está celebrando en este fin de semana tan señalada efeméride en la forma de toda una serie de exposiciones, retrospectivas y proyecciones de sus películas, aunque sin duda entre los más destacables eventos está el estreno del documental Ingrid Bergman, en sus propias palabras de Stig Björkman, del que los asistentes al festival de Cannes ya pudieron disfrutar, pero que llegó ayer a los circuitos comerciales precisamente proyectándose en la ciudad natal de Bergman. Hasta su país de origen y el adoptivo –EE.UU.– le han dedicado sendos sellos de correos.

A un servidor le hubiera encantado, de propiciarse mejores circunstancias, poder permitirse un viajecito a la lejana Suecia para disfrutar, no sólo de la cinta de Björkman, sino de la ciudad y del país en general. Como esa ilusión queda lejos de mis posibilidades, he querido homenajear a esta actriz por la quedé fascinado mucho tiempo atrás de una manera más modesta, pero igualmente sentida y apasionada. Una ha sido adquiriendo el libro Ingrid Bergman: A Life in Pictures, volumen esencialmente pictórico recopilado principalmente por su hija Isabella Rossellini con objeto precisamente de conmemorar los cien años del nacimiento de su madre. El enorme libro (528 págs. y un formato de 24 x 5,5 x 31 cm y 5 kilos de peso, y acompañado de un CD) apareció el pasado año al precio oficial de 98 euros, aunque yo he tenido la suerte de conseguirlo por once menos, pero su coste ya comienza a dispararse (hasta 200 euros piden por él en una librería española) y es obvio que pronto se convertirá en un cotizado objeto de coleccionista, razón por la cual decidí comprarlo antes de que fuera económicamente inalcanzable o prohibitivo. Hace ya unos meses que está en mis estanterías y me siento muy orgulloso y satisfecho del maravilloso volumen. Un verdadero lujazo.

¡Ya está en mi biblioteca!

La segunda forma en que quiero homenajear a Ingrid es, por supuesto, desde mi blog, con este modesto artículo y con una selección de diez de sus películas a modo de recomendación para quien quiera iniciarse en su filmografía. Se trata de una selección basándose en mis gustos y limitada a lo que he podido ver de su trabajo, que es una gran parte de este, pero que tiene alguna importante laguna como es su labor en su país natal antes de dar el salto a Hollywood (doce películas de las que sólo he visto dos).

No tengo un recuerdo claro de cuándo conocí a Ingrid Bergman. Creo que fue algo después de su fallecimiento –contrariamente a otros mitos del cine a los que he seguido desde bien niño–. Por quién doblan las campanas Anastasia fueron algunas de las primeras películas que vi de ella. Después –o por la misma época– llegó Casablanca, en la que todos envidiamos a Humphrey Bogart siquiera por poder pasar un rato con aquella fascinante mujer casada con un líder de la resistencia y con el corazón dividido entre dos hombres que finalmente partía en un avión dejando a su antiguo amor con el entrañable policía Louis. Siguieron muchas más películas, e Ingrid Bergman se convirtió en una de esas presencias que para siempre formarán parte de mi vida; esos seres etéreos, casi irreales que vienen de ese reino maravilloso de los sueños que es el Cine y que te arrancan sonrisas, lágrimas y sentimientos con su variopinto surtido de personajes y películas. Gente que, de alguna manera, acaban convirtiéndose en una especie de amigos o familiares aunque jamás llegues a conocerlos. Así que, para siempre Ingrid…

El extraño caso del doctor Jekyll (Victor Fleming, 1941)
Ingrid Bergman llevaba ya dos años y tres películas en Hollywood, y los estudios parecía que se habían empeñado en presentarla al público como la cándida y adorable muchachita a la que todos querríamos conocer, cuando la sueca realizó un audaz movimiento en su carrera: cedió el papel de novia del doctor Jekyll a Lana Turner para interpretar a la prostituta Ivy en la nueva adaptación a la pantalla del clásico de Robet Louis Stevenson realizada por Victor Fleming. Por supuesto, salió perfectamente airosa del reto. Los años demostrarían que era una actriz absolutamente todoterreno que podía con lo que se le presentara.

Casablanca (Michael Curtiz, 1942)
La gloria eterna llamaba a las puertas de nuestra diva y de sus compañeros de reparto cuando Michael Curtiz les propuso rodar esta película ambientada en la ciudad marroquí que le daba título durante la II Guerra Mundial y que creo que no necesita más presentación. Parece que ninguno de los actores apostaba mucho por ella, y sin embargo, hoy en día es uno de los más grandes clásicos del cine, y sin duda la película por la que la gran mayoría de espectadores recuerdan a Ingrid Bergman.

Por quién doblan las campanas (Sam Wood, 1943)
Parece que el de una sueca alta, rubia y con ojos azules no era el físico más adecuado para interpretar a una joven española durante la Guerra Civil de nuestro país, pero Ingrid estaba empeñada en obtener este papel cuando la novela homónima de Ernest Hemingway se llevó al cine y no dudó siquiera en cortarse el pelo para ello. Consiguió así hacer pareja con Gary Cooper y refugiarse en las montañas con un grupo de guerrilleros republicanos que hostigaba al ejército franquista. Fue la primera de sus siete nominaciones al Óscar, y también una de las primeras películas de la homenajeada que recuerdo haber visto, creo que incluso antes de la anterior.

Luz que agoniza (George Cukor, 1944)
Remake de la película británica de 1940 Luz de gas, basada a su vez en la obra teatral de Patrick Hamilton. Ingrid deslumbró en un papel –el de desvalida dama atormentada– que bordaría en nuevas ocasiones en aquella misma década; tanto que le valió su primer premio Óscar. Pero tampoco hay que olvidar que contó con el magnífico apoyo de Charles Boyer y Joseph Cotten delante de la cámara y del de George Cukor tras ella. Una obra que nunca me canso de ver. Si sólo pudiera quedarme con una película de Ingrid Bergman (y con permiso de Casablanca), sin duda sería esta.

Encadenados (Alfred Hitchcock, 1946)
Mi director favorito con una de mis grandes actrices favoritas es para mí una mezcla tan explosiva como irresistible, y además se da la afortunada circunstancia de que trabajaron juntos en tres ocasiones, así que me es muy difícil quedarme con uno solo de sus trabajos. Elijo este por parecerme el más redondo, pero considero que simbólicamente engloba también a los otros dos, Recuerda y Atormentada. Ingrid es aquí la hija de un científico nazi al que repudia y que ha de trabajar con el servicio secreto estadounidense para capturar a un antiguo compañero de su progenitor. Grandes secuencias y lecciones visuales del maestro Hitchcock, y el beso más largo de la historia del cine durante mucho tiempo… aunque fuera “a trozos”.

Europa '51 (Roberto Rossellini, 1952)
Durante muchos años me resistí a abordar la filmografía de Roberto Rossellini (lo contaba en esta entrada). Sólo había visto Stromboli, y no fue hasta el pasado 2014 cuando por fin pude ver casi todos los trabajos que hizo con la que entonces era su mujer. Ingrid se había escapado a Italia, escandalizado a medio mundo y enamorado y casado con el director neorrealista. De aquella época saldrían tres de los cuatro hijos de la actriz y seis colaboraciones con su marido. Ninguna funcionó muy bien en taquilla y la pareja tuvo que pasar bastantes penalidades económicas, pero nuestra chica demostró lo que adelantaba antes: que podía con todo, que igual lucía en un lujoso set hollywoodiense en una gran producción, que en una película de bajo presupuesto rodada con grandes dificultades.

De la etapa italiana de Ingrid Bergman, escojo Europa ’51 también de manera representativa, pero con la intención de aglomerar genéricamente todos sus trabajos en la península, pues en casi todos encuentro algún aspecto interesante y también me gusta mucho Ya no creo en el amor.

Anastasia (Anatole Litvak, 1956)
Por la puerta grande. Así volvió Ingrid al país que la había repudiado tan sólo unos años atrás. Aunque raramente volvió a pisar suelo estadounidense, la sueca trabajó de nuevo para EE.UU. tras dejar Italia y divorciarse de Rossellini. Rodaría principalmente en Europa y se afincaría en Londres, donde residiría el resto de su vida.

En su segundo largometraje internacional tras esta reentré, dio vida a Anna Koreff, sosias de Anna Anderson, una de las muchas mujeres que, en el pasado siglo, reclamaron ser la mismísima Gran Duquesa rusa que da nombre a la película. Un grupo de inversores de aquel país buscará hacerla pasar por el desparecido personaje para obtener un gran capital, pero, al final, ¿será o no será la verdadera Anastasia? Da igual, porque Ingrid Bergman vuelve a refulgir con esta interpretación que le reportaría un nuevo premio de la Academia.

Indiscreta (Stanley Donen, 1958)
Más habitual en thrillers y melodramas, nuestra actriz no se prodigó demasiado en la comedia pero, cuando lo hizo, siguió demostrando que ningún género ni historia se le resistía. Con Stanley Donen rodó esta película –adaptación también de una obra teatral de Norman Krasna– en la que interpreta a una actriz que inicia una relación sentimental con un financiero. Admito que la primera vez que la vi se me atragantó un poco. Años después quedé inmediata y contrariamente hechizado por ella. Y es que Ingrid Bergman y Cary Grant juntos son nombres mayores. Imposible resistirse al encanto de la pareja.

Asesinato en el Orient Express (Sidney Lumet, 1974)
Resulta curioso que, en sus últimos años de vida, nuestra actriz buscara voluntariamente afearse con muchos de sus personajes, caso de esta película, Nina o Una mujer llamada Golda. Ni siquiera intentándolo y a pesar de estar enferma, Ingrid consiguió perder su encanto y atractivo, porque naturalmente ambos eran innatos y no fruto de artificios ni cirugías. En esta adaptación de la novela de Agatha Christie con un espléndido reparto coral, interpreta a una criada sueca sospechosa del crimen del título. Parece ser que el director, Sidney Lumet, tenía pensado para ella el papel de dama de la aristocracia que finalmente encarnó Wendy Hiller, y que fue Ingrid quien insistió en hacer el otro. Le acabó valiendo su tercer y último Óscar, esta vez como actriz de reparto.

1979 Sonata de otoño (Ingmar Bergman, 1979)
Voy a hacer una excepción y acabar esta selección con una película que admito que no me entusiasma. El estilo de Ingmar Bergman –por muy venerado que este esté– se me hace a veces algo indigesto cinematográficamente. Aún con todo, es tanta la importancia artística y simbólica de este film en la carrera de Ingrid que creo esencial destacarlo en su filmografía básica: fue su último trabajo para la gran pantalla, su última nominación a los Óscar, volvió a rodar en su Suecia natal –cerrando, de alguna manera, el ciclo de su obra– y además lo hizo con el que posiblemente es el director más importante de aquel país. Bergman y Bergman. ¿Puede quedar más redondo?

Después de este largometraje, Ingrid, con un cáncer muy avanzado, aún filmaría para la televisión Una mujer llamada Golda. Nos diría adiós precisamente el mismo día que había nacido, un 29 de agosto de 1982. Hoy hace treinta tres años. Cabe preguntarse inútil pero inevitablemente cuántas más maravillosas interpretaciones nos habría ofrecido de vivir unos años más.

Enlaces de interés:

jueves, 20 de agosto de 2015

Atormentada

Atormentada (Under Capricorn, 1949) supone la tercera y última colaboración de Alfred Hitchcock con una de sus principales actrices-fetiche, Ingrid Bergman, poco antes de que esta dejara las Américas para vivir su escandoloso idilio con Roberto Rossellini. La película se basa en la novela homónima de Helen Simpson y tiene elementos que remiten a otras obras literarias como Cumbres borrascosas o Rebeca e incluso a películas posteriores a la publicación del libro como Luz que agoniza, Encadenados o la propia adaptación a la pantalla de Rebeca, las dos primeras también interpretadas por Ingrid y, las dos últimas, dirigidas además por Don Alfredo.

La actriz sueca vuelve a brillar en uno de esos papeles de dama “atormentada” en los que tan bien se sabía desenvolver: el de una noble irlandesa que huye a Australia junto a su marido (Joseph Cotten), un mozo de cuadras acusado y condenado por haber matado a su cuñado. La historia comienza, años después de que él haya salido de prisión y se haya hecho rico, cuando otro aristócrata irlandés (Michael Wilding) visita a la pareja y descubre que ella se ha convertido en una alcohólica que vive recluida del mundo, distanciada de su marido y dominada por una siniestra ama de llaves (Margaret Leighton). El recién llegado se propone recuperar a la mujer de la que está enamorado, pero para ello tendrá que desmadejar el inquietante secreto que guarda el matrimonio…

El duodécimo largometraje americano de Hitchcock resulta un tanto atípico en su filmografía en tanto que es un melodrama y no uno de sus habituales thrillers –aunque la publicidad del momento intentó venderlo como tal– y, además, es una de las pocas películas “de época” del maestro, pues está ambientada a principios del siglo XIX. Este cambio de registro le supuso al cineasta británico un fracaso en taquilla con Atormentada, aunque la crítica la tuvo y la tiene por uno –otro más– de sus grandes trabajos. No es de extrañar viendo lo estudiados y orquestados que están algunos de esos planos secuencia heredados de La soga, como el del largo monólogo en el que cautiva la actuación de Ingrid Bergman, tan fascinante como siempre, y eso sin menospreciar el trabajo de sus principales compañeros de reparto, principalmente Cotten…

martes, 18 de agosto de 2015

E.T. El extraterrestre

Después de muchos, muchos, muchísimos años vuelvo a ver esta película que tanto significó para mí cuando se estrenó siendo niño. Recuerdo el enorme éxito que Steven Spielberg tuvo con ella en aquel lejano 1982, las tremendas colas en los cines, la expectación por verla, el merchandising del film, la encantadora criatura del gran Carlo Rambaldi… ¿Qué muchacho de la época no envidiaba a Elliott, el protagonista, por tener un amigo tan especial?

Y casi me la pierdo. Os explicaré por qué: los veranos de mi infancia y juventud los pasaba en un pueblecito de Castellón. No estaba muy lejos de mi ciudad natal, sólo a 35 km, pero aquel traslado significaba prácticamente dos meses sin volver a ella. Y, aunque disfrutaba mucho en aquel lugar, tenía que hacer un enorme sacrificio: quedarme sin cine durante ese lapso. Esto significaba que a menudo me perdía estrenos esperadísimos durante el estío, como fue el caso de En busca del Arca Perdida, que sólo pude ver ya repescada algún tiempo después. Pero para E.T. tomé medidas para que esto no volviera a ocurrir, y pedí a un amigo que me avisara en cuanto supiera que se iba a proyectar en nuestra localidad. Esto ocurrió, haciendo cálculos, en el verano del 83, bastantes meses después del estreno nacional el anterior diciembre (recordemos que en los pueblos pequeños o medianos funcionábamos a base de cines “de segunda”). El local que tuvo el lujo de ofrecer la película en Puerto de Sagunto fue la terraza –por supuesto, ya desaparecida– Parque Victoria, y creo recordar que, de manera extraordinaria, lo hizo durante al menos una semana ininterrumpida (cuando normalmente las películas se pasaban sólo durante dos o tres días). También, de manera excepcional, mi hermana y yo conseguimos un “permiso paterno” para coger el autobús y desplazarnos a nuestra ciudad a ver la película –junto con el amigo que me avisó–, pasar la noche en la casa de mis abuelos y volver al pueblecito de veraneo.

Me ha gustado, y hasta emocionado en algún momento, volver a ver E.T. El extraterrestre, aunque supongo que es imposible que la disfrute ya como lo hice hace treinta años. Tan sólo lamento haber tenido que hacerlo con la versión censurada por el director y retocada por la Lucasfilm con innecesarios efectos especiales y escenas añadidas. Esa era una de las razones por las que durante muchos años he pospuesto el reencuentro con este film, porque no me gusta que se hagan estas estupideces con películas que son patrimonio de la Humanidad y considero que no deben tocarse, menos aún por trivialidades o por afán meramente recaudatorio y comercial. Me quedo con la tristeza de no haber podido revisitar la versión original, aquella que me entusiasmó en los cines. Creo que hay una nueva versión en blu-ray que la recupera, pero esto es algo que acabo de descubrir poco antes de escribir esta reseña.

Steven Spielberg fue un director al que admiré muchísimo durante aquellos años. Por desgracia, con el tiempo y su obsesión por inculcarnos los grandes ideales de su patria película sí, película no, acabó resultándome detestable. Aún le considero un gran artista y veo muchos de sus trabajos (¡sigo siendo fan de la saga de Indiana Jones!) pero creo que, en su madurez como persona, se ha vuelto cerrado, retrógrado y se ha perdido mirando su propio ombligo y el de su país. Ya basta de panfletitos patrióticos y de banderitas, que esos conceptos creo que se quedaron atrás y muy desfasados con el cambio de siglo…

domingo, 16 de agosto de 2015

Primeras imágenes de Rogue One (¡Aluvión de Star Wars!)

Ayer se hizo pública la primera fotografía autorizada de Rogue One, la primera película ambientada en el universo de Star Wars que no se enmarca dentro de la saga oficial. De hecho, las novedades y noticias sobre la franquicia en general, y sobre sus dos próximas películas en particular, se están precipitando en este mes de agosto: nuevas imágenes, el cartel del Episodio VII, juguetes y merchandising… El 18 de diciembre tendremos en los cines El despertar de la fuerza y, sobre un año más tarde, la mencionada Rogue One. Esta última entra dentro de una nueva serie de films aislados e independientes que utilizan situaciones y personajes de la saga de George Lucas –conocidos o no– pero que no continúan la historia oficial o estándar. Se les ha bautizado como Anthology Films, y ya hay anunciados tres de ellos, intercalados entre las próximas partes de la nueva trilogía y, seguramente, ya seguidos cuando esta termine. Esto quiere decir que, al menos hasta el 2020, vamos a tener películas de Star Wars todos los años. Un sueño por fin hecho realidad para un servidor, aunque sea con cierto retraso, porque uno ya cumple una edad que algunos incluso pueden considerar inapropiada para ver y disfrutar este tipo de películas. La verdad es que estoy encantado de que se hagan estos Anthology Films; me parece una experiencia totalmente nueva y prometedora que no se había hecho hasta ahora si exceptuamos los dos telefilms de los ewoks de los años 80.

Reparto principal de Rogue One

Se han anunciado también los directores de todos esos próximos títulos, y es en este punto donde sí que tengo que emitir una pequeña queja al respecto, ya que mayoritariamente la Disney ha optado por nombres no muy conocidos, de breve filmografía, muy comerciales y con poca personalidad (¿quizá para poder manejarlos mejor?). Así, si la nueva trilogía ha comenzado con muy buen pie a las órdenes de J.J. Abrams (que ya ha demostrado que saber resucitar una franquicia con sus nuevas películas de Star Trek) y parece que continuará haciéndolo en su segundo episodio con el interesante Rian Johnson (de sus tres películas he visto Los hermanos Bloom, y Looper y ambas me han gustado), la última entrega ha recaído en las manos de Colin Trevorrow, que este mismo año estrenó su segundo trabajo, ni más ni menos que Jurassic World. Ni el director, ni su currículum anterior me inspiran mucha confianza ni me parecen una garantía segura para cerrar esta nueva trilogía de la saga.

En cuanto a los próximos anthology films, Rogue One está siendo dirigida por Gareth Edwards, un director que ha sabido aportar un enfoque diferente al fantástico con sus dos películas hasta el momento, Monsters y el reciente remake de Godzilla, pero la siguiente película –centrada en el personaje de Han Solo antes de La guerra de las galaxias– tiene como directores a Christopher Miller y Phil Lord, pareja artística que tiene en su haber dos largometrajes de dibujos animados y dos comedietas nada inspiradoras –Infiltrados en clase e Infiltrados en la Universidad– filmografía que le hace preguntarse a uno si no hay directores más adecuados para dar luz a una película de estas características. En cuanto a la tercera y aún lejana película dentro de esta serie –Boba Fett es uno de los personajes que ha estado sonando como protagonista, aunque no hay nada confirmado– se había barajado el nombre de Josh Trank –que acaba de estrenar la fallida Cuatro Fantásticos–, pero parece que ha sido finalmente descartado…


Próximas películas del universo Star Wars:
-18 de diciembre de 2015: Episodio VII: El despertar de la fuerza (dirigida por J.J. Abrams)
-16 de diciembre de 2016: Rogue One (dirigida por Gareth Edwards)
-26 de mayo de 2017: Episodio VIII (dirigida por Rian Johnson)
-25 de mayo de 2018: Anthology Film – Han Solo (dirigida por Phil Lord y Christopher Miller)
-2019: Episodio IX (dirigida por Colin Trevorrow)
-2020: Anthology Film

domingo, 9 de agosto de 2015

70 años de Hiroshima y Nagasaki

Esta semana se cumplían 70 años de una de las más grandes barbaridades de la Historia Moderna, concretamente dentro de ese marco ya de por sí incivilizado y brutal que fue la II Guerra Mundial: los días 6 y 9 de agosto de 1945, EE.UU. lanzaba sendas bombas atómicas contras las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, respectivamente, con el pretexto de acabar de una vez con una contienda que parecía interminable. En total, de 90 a 140.000  muertos –la mayoría civiles de todas las edades– exterminados en cuestión de segundos.

El retrato del hombre que autorizó la inhumana masacre, Harry S. Truman, se exhibe con orgullo en las paredes de la Casa Blanca, en Washington DC, la capital del país empeñado en denunciar y censurar las banderas nazis y las imágenes de Hitler donde quiera que se hallen, y uno de los que orquestó los juicios contra los principales líderes del III Reich por “crímenes contra la humanidad”. Qué gran verdad aquella frase de que la historia la escriben los vencedores, y qué grande que puede ser la hipocresía humana o mala la memoria.

* Enlaces de interés:


viernes, 7 de agosto de 2015

Holocausto radiactivo

A mediados de los 80 vi esta película –obviamente, de reestreno– en un viejo cine de verano de mi localidad y durante muchos años tuve el capricho de volver a verla. Tenía el recuerdo de aquella sesión nocturna, recordaba ligeramente el póster y alguna escena, y recordaba a grandes rasgos su trama sobre un hombre que llegaba a un pueblecito costero en el que era tratado con hosquedad y cuyos habitantes escondían el secreto de que se estaban quedando deformes. Lo peor era que había olvidado el título, y fue mi primo –quien me acompañó hace tres décadas a aquel evento– quien precisamente el otro día me recordó cómo se llamaba esta película de la que tenía tan curioso recuerdo: Holocausto radiactivo, rocambolesca interpretación de su nombre original, Doomwatch, sacado en la serie de TV homónima de principios de los años 70 en la que el film se basaba.

Lo dirigió Peter Sasdy en 1972 para la Tigon, una de las pequeñas productoras independientes británicas surgidas a la sombra de la legendaria Hammer, y contó con Ian Bannen y Judy Geeson como principales protagonistas, con un papel secundario para el veterano George Sanders en uno de sus últimos trabajos. Y, efectivamente: la trama giraba en torno a un científico que viajaba a una isla del norte de Inglaterra para investigar los posibles efectos nocivos de vertidos residuales en la flora y en la fauna, descubriendo que la contaminación había llegado mucho más allá de esta.

Una de las muchas películas de denuncia ecológica que tanto abundaron en la década en la que se produjo que, sin ser nada del otro mundo, posee para mí el encanto que tiene el cine fantástico británico de serie B de la época y el del recuerdo nostálgico de aquel visionado en pantalla grande durante mi adolescencia.

lunes, 3 de agosto de 2015

El secreto de Adaline

Película del director Lee Toland Krieger que prácticamente descubro en la cartelera cinematográfica y que principalmente acudo a ver por la presencia de Harrison Ford y por su interesante propuesta argumental: una mujer que, a raíz de un curioso accidente, deja de envejecer a los 29 años. La trama comienza casi ocho décadas después de eso, y a través de los característicos flashbacks, vamos conociendo la historia de este extraordinario personaje, Adaline Bowman (Blake Lively).

La historia pronto deriva hacia la más banal, bobalicona y manida historia de amor con chico guapo, pesado e intachable (Michiel Huisman), hasta que aparece Ford quien, como es fácil de prever –no creo que sea un spoiler– resulta ser un antiguo amor del pasado de Adaline. Desde este momento, para mí la cinta sube muchos enteros, no sólo por el gran cariño que siento por el actor, sino porque su personaje aporta un interés, un carisma y unas emociones que no logra aportar el de Huisman.

La película, por desgracia, se decide por un final fácil, al uso, y también predecible, que hace que para mí no logre superar la mediocridad, o que se sólo lo haga parcialmente. Otro film dentro del circuito comercial con algunos aspectos interesantes y que podría haber dado mucho más de sí de no estar dirigido a satisfacer al gran público y a recaudar taquilla. Pero, esto es Hollywood, ¿no?