"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

jueves, 23 de julio de 2015

Imelda May de nuevo en Valencia

He visto a varios músicos en concierto más de una vez –es decir, dos–, entre ellos, Chuck Berry, James Brown, B.B. King o The Doors, pero creo que Imelda May es la única cantante de cierto renombre –quiero decir que no cuento para esto grupos amateurs– a la que he ido a ver tres veces: en Madrid en 2009, y en Valencia en 2010 y ayer 22 de julio de 2015, lo que establece  un record en mi historial musical. No es que tenga una especial fijación por la chica ni me considere el mayor de sus fans: las circunstancias lo han propiciado así. Es una de las pocas artistas actuales que me gustan y estos últimos conciertos los he tenido muy a mano, a media hora o menos de mi localidad.

En esta ocasión, fue en los célebres Jardines de Viveros de la capital del Turia donde la irlandesa y su banda –de gira por España, y precedidos por el grupo local Cat Club– nos ofrecieron un magnífico concierto que por un momento pareció que no iba a celebrarse, pues una copiosa lluvia regó la comarca poco antes de la teórica apertura de puertas. Por suerte, la lluvia cesó y, aunque el evento se retrasó, pudo celebrarse sin más complicación en una estupenda noche veraniega.

Imelda May en los Jardines de Viveros, Valencia (Fotografía cortesía de Esther Erenas)

Con nuevo guitarrista –pues el habitual y hasta hace poco marido de la cantante, Darrell Higham, ya no es ninguna de las dos cosas: la semana pasada el matrimonio hizo oficial su separación–, el concierto se centró sobre todo en los temas de su cuarto y último disco, Tribal, aparecido el pasado año. Tengo que decir que a mí es el CD de Imelda que menos me ha gustado, pues buena parte de él está compuesto por temas que tontean con el psychobilly, el neo-rockabilly o, simplemente, con el pop-rock tirando a moderno, aderezado con más distorsión de la que a mí me gusta y algo alejado de esos clásicos del rock, blues y jazz de los 50 que siempre han sido la principal inspiración de la música de la dublinesa. Se barrunta un decisivo y algo detestable paso del sonido de Imelda hacia fronteras más comerciales y vendibles para el público general que espero no se haga realidad.

Aún con todo, un concierto nada aburrido en el que vibró una vez más la potentísima voz de esta mujer, y del que yo destacaría, antes que sus nuevos temas propios, tres maravillosas versiones y dos momentos concretos de la noche: el primero, cuando sonó un Spoonful que me puso los pelos de punta –se nota que Imelda y yo compartimos nuestra pasión por Howlin´ Wolf–; el segundo, ya dentro de los bises, cuando la cantante y su contrabajista Al Gare se sentaron en el instrumento de éste –que se armó con un ukelele para la ocasión– y ofrecieron dos rendiciones increíbles del Bang Bang de Nancy Sinatra y del Dreaming de Blondie con tempo de balada que para mí no tenían nada que envidiar a las originales. Sólo por esos tres temas ya valió la pena todo el concierto.

Espero, cómo no, volver a tener ocasión de ver a Imelda por estos lares en un futuro.

El fin de una era: se nos fue Saza

Con la muerte del entrañable José Sazatornil “Saza” a punto de cumplir los 90 años (había nacido un 13 de agosto de 1926 en Barcelona), se cierra sin duda –para bien o para mal– un capítulo importante del cine español, pues sin duda el actor catalán era el más destacable de los últimos supervivientes de aquel período glorioso y decadente a la vez de la industria fílmica patria que ha pasado a ser conocido como la “españolada”. Sin ser para nada un incondicional suyo, me creo en la obligación –y lo hago muy a gusto y con mucho respeto– de recordarle al menos con unas breves líneas, porque sin duda, a su manera, fue uno de los “grandes” del 7º Arte nacional.

viernes, 10 de julio de 2015

Triste verano: adiós a Omar Sharif

Tras el catastrófico mes de junio esperaba uno ingenuamente un verano algo más relajado en lo tocante a bajas cinematográficas pero, no, la Parca ya ha vuelto a reclamarnos hoy a otra querida leyenda del celuloide: nos toca decir adiós a Omar Sharif, el legendario actor egipcio de grandes ojos marrones al que siempre recordaremos por su doctor Zhivago, pero que actúo en más de un centenar de películas, series y telefilmes desde sus comienzos en 1954 hasta que el alzhéimer le hizo retirarse hace tan sólo dos años. Personalmente le recuerdo además en Lawrence de Arabia, La caída del Imperio Romano, El Rolls-Royce amarillo, Genghis Khan, Las flores del diablo, La noche de los generales, El oro de McKenna, La isla misteriosa, Lazos de sangre, Top Secret, Las montañas de la luna, El guerrero nº13, El señor Ibrahim y las flores del Corán, Océanos de fuego y Un castillo en Italia, mi último encuentro con él, aunque probablemente me olvido de más de una película suya que he podido ver en el pasado. Pero está claro que, sobre todo, para la gran mayoría de cinéfilos Omar siempre será aquel amable médico poeta que sin quererlo se ve inmerso en la revolución rusa en el clásico de David Lean de 1965 y cruza incansablemente las nevadas estepas en busca de su amada Lara.

jueves, 9 de julio de 2015

Penny Dreadful (2ª temporada)

Penny Dreadful fue sin duda una de las series que más me gustó en 2014, y de su segunda temporada recién concluida he acabado igual o más satisfecho. Ya comenté algo sobre ella en mi segundo artículo de La Liga de los Caballeros Extraordinarios (porque, ¿qué es esta creación del escritor John Logan sino una hija bastarda del cómic de Alan Moore y Kevin O´Neill?) y no pretendo extenderme mucho más en esta nueva entrada. Tan sólo recomendarla a todos los que, como yo, hayan crecido empapándose de literatura romántica, gótica y victoriana porque aquí encontramos a algunos de sus personajes más famosos o a reconocibles variantes, desde el doctor Frankenstein a Dorian Gray, pasando por Van Helsing o un claro sosias de Allan Quatermain, además de una mujer que lucha –literalmente– por expulsar a su demonio interior o por un licántropo fugitivo…. Una galería de seres atormentados y con oscuros secretos y pasados que a menudo pugnan por reaparecer en sus vidas.

Los evidentes elementos macabros, inevitables en la serie dado su género, me parecen tratados con elegancia y gusto, algo que cuesta encontrar hoy en día en el cine de terror. Los directores y guionistas del espacio televisivo evitan la truculencia barata y nos muestran imágenes de una increíble belleza pese a lo difícil que pueda parecer con estos ingredientes, como prueba la poética secuencia en la que llueve sangre dentro de un salón de baile. El erotismo es también importante en la serie, aunque de nuevo está comedido y mostrado con sutileza. En general, para mí un gran acierto el tratamiento de temas tan complicados como estos que fácilmente podrían hacer caer a una historia en lo chabacano y banal (así les ocurre a más de un literato y cineasta, aunque creo que no es por accidente).

A destacar en esta segunda temporada que se haya alargado a diez capítulos (de casi una hora de duración: ¡como a mí me gustan!), una excelente antagonista (estupenda la bruja diabólica de Helen McCrory, muy por encima de los penosos vampiros del pasado año), impagables guiños al cine de terror clásico (¡el hombre lobo se llama Larry Talbot!) y algunos secundarios que prácticamente se merecen estar ya en esta liga extraordinaria (el egiptólogo que ayuda al grupo, interpretado por Simon Rusell Beale) o en su contra (el policía al que da vida Douglas Hodge), sin olvidar el breve papel de Patti Lupone como mentora de Vanessa Ives en las artes oscuras. No me preguntéis por el transexual Angelique (Jonny Beauchamp), porque no he acabado de entender muy bien su papel en la serie, si no es el de mostrarnos la infinita perversidad de Dorian Gray.

Esperaba que se hubiera unido algún nuevo recluta a la pandilla, pero no ha sido así salvo que consideremos como tal a la resucitada Bronna Croft (Billie Piper), ni más ni menos que la mismísima Novia de Frankenstein.

La tercera temporada de Penny Dreadful parece que ya está confirmada para el próximo año, y esperándola con paciencia -¡que hay mucho más que ver!– queda un servidor...

domingo, 5 de julio de 2015

Elvis, la serie

En 1990, la cadena estadounidense ABC produce y estrena una serie sobre los comienzos artísticos de Elvis Presley sin más título que el nombre del cantante. Consta de 13 episodios de veinticinco minutos de duración aunque, según leo en algunas fuentes, sólo los diez primeros se emitieron inicialmente en su país de origen. No fue este el caso en España, donde Antena 3 ofrecería la serie íntegra y doblada un año después. Se emitía los domingos después de comer, y un servidor estaba todas las semanas con el vídeo preparado para grabar a esas horas.

La trama comienza poco antes de que Elvis grabe su primer single en Sun Records –exactamente un 5 de julio de 1954: hoy hace sesenta y un años de eso– y cubre unos pocos meses de la vida del Rey del Rock y de sus allegados. A menudo aparecen en ella flashbacks mostrándonos parte de la niñez del protagonista y, muchas veces, sirviendo como tema o motivo principal en torno al cual girará el episodio. Normalmente, es siempre la introducción de cada capítulo la que marca esta temática, como el episodio “Cuatro mulas”, en el que se establece una analogía entre dichos animales –que se han escapado de un cercado y no quieren volver– y los personajes principales, que se muestran igualmente tercos y obstinados cada uno en algún aspecto de su vida.

La serie fue creada por Rick Husky y coproducida, entre otros, por Priscilla Presley, y para el papel principal se eligió al actor Michael St. Gerard, cuyo parecido con Elvis se puede aceptar con el recurrido término de “razonable”, excepto quizá por sus grandes ojos algo bovinos que, además, no quiso camuflar con lentillas azules, puesto que los tenía marrones. En el reparto habitual encontramos también a Jesse Dabson como Scotty Moore, Blake Gibbons como Bill Black, Jordan Williams como Sam Phillips, Millie Perkins como Gladys Presley, Billy Green Bush como su marido Vernon, y Kelli Williams como Mattie Walker, la novia de Elvis del momento y el único personaje que no es enteramente real.Las canciones fueron grabadas de nuevo para la serie, siendo el cantante Ronnie McDowell el encargado de imitar –y con bastante fidelidad– la voz del Flash de Memphis.

En cuanto a rigurosidad histórica, Elvis contó con un importante y fiable asesoramiento, aunque evidentemente algunos hechos se dramatizaron y cambiaron. Sin duda uno de los más chocantes y aparentemente fáciles de resolver es la guitarra que lleva el actor que interpreta a Scotty Moore, que no es ni el modelo, ni siquiera el color de la original, un lapsus difícil de explicar.

Increíblemente, a pesar del arraigo que el cantante tiene en su país de origen, la serie no cuajó y no se renovó. Nunca ha sido editada en formato digital, aunque todos los episodios pueden encontrarse en youtube en versión original, y en otros lugares de internet doblados al castellano, aunque con mala calidad.

Un dato tan curioso como repetido, para terminar este pequeño recuerdo de esta serie, es que su actor principal, Michael St. Gerard –que interpretaría a Elvis en otras tres producciones diferentes– cambiaría la actuación por la religión al sentir la llamada divina en 1994…