Acabada, en un principio, la saga
cinematográfica de Indiana Jones con Indiana
Jones y la última cruzada en 1989, George Lucas
se embarca tres años más tarde en un nuevo proyecto televisivo que recupera el
personaje: The Young Indiana Jones Chronicles;
en España, Las
aventuras del joven Indiana Jones. Como es fácil deducir por su
título, en esta serie para la pequeña pantalla se nos cuenta la infancia y la
adolescencia del mítico héroe del látigo, haciéndonos partícipes a los
espectadores de cómo se forja su carácter y su interés por la historia y la
arqueología.
Ya habíamos podido ver a un joven Indiana
Jones en la tercera entrega fílmica interpretado por River Phoenix, pero en el
espacio televisivo serán no uno, ni dos, sino tres nuevos actores los que darán
vida al aventurero en diferentes etapas de su vida: el veterano George Hall interpreta a un nonagenario Indiana
que, excepto por la pérdida de un ojo, goza de excelente salud y al que le
encanta contar batallitas a la primera de cambio. Él es el que introduce y
normalmente cierra cada capítulo. El pequeño Corey
Carrier será el encargado de dar vida al protagonista del serial cuando
tiene entre 8 y 10 años, mientras que Sean Patrick
Flannery será Indiana Jones entre los 16 y los 21. Curiosamente, este actor
cuyo parecido con Harrison Ford es bastante discutible, tenía casi diez años
más de los que representaba en la serie.
Corey Carrier como el pequeño Indiana
Lejos de intentar recrear la espectacularidad
de las películas para cine, su trepidante acción y sus impresionantes
secuencias de peleas y persecuciones, la obligatoriamente más modesta Las aventuras del joven Indiana Jones
intenta inculcar en el espectador el gusto por la historia, situando a su
protagonista en todos los capítulos en acontecimientos importantes de su época
y rodeándolo de muchísimos personajes famosos, algo que parece un tanto
exagerado pero acaba resultando de lo más fascinante. Así, nombres como Mata
Hari, Pablo Picasso, Albert Schweitzer, Pancho Villa, John Ford, Al Capone,
Eliot Ness, Ernest Hemingway o Lawrence de Arabia pasarán por la joven vida de Henry Jones, Jr. Una
excepción absolutamente atípica fue el Drácula resucitado de uno de los
episodios que preludiaba el elemento fantástico habitual en la saga
cinematográfica.
Personalmente pienso que es una de las series
más interesantes que se han hecho para televisión en las últimas décadas,
precisamente por esta particularidad y por ese propósito didáctico y el énfasis
en enseñar historia y geografía. Para conseguir esto, el equipo técnico y
artístico viajó por todo el mundo (incluso España) para grabar sus episodios,
lo que naturalmente disparó los costes de producción del proyecto e hizo que
finalmente se tuviera que cancelar pese a su éxito de audiencia y los premios conseguidos. También con The Young Indiana Jones Chronicles la
ILM comenzó a desarrollar a marchas forzadas las pioneras técnicas infográficas
que luego utilizaría hasta la exasperación en la segunda trilogía de Star Wars, consiguiendo con ellas
reproducir la época y los ambientes que requería el espacio televisivo, por
ejemplo para reconstruir ciudades con el aspecto que tenían a comienzos del
siglo XX.
Sean Patrick Flannery fue el Indiana adolescente
Los capítulos que la compusieron fueron
dirigidos por prestigiosos directores como Bille August, Terry Gillian, Terry
Jones o Mike Newell y contaron con la aparición de actores como Christopher
Lee, Max von Sydow, Vanessa Redgrave o habituales de Lucas como Ian McDiarmid y
Anthony Daniels. Entre los guionistas y argumentistas encontramos nombres como
Frank Darabont, el propio Lucas y hasta Carrie Fisher, y la música corrió a
cargo de Laurence Rosenthal. En el reparto habitual figuraron, además de los
intérpretes que encarnaban a Indiana Jones en diferentes momentos de su vida, Lloyd
Owen como el Profesor Henry Jones, Ruth de Sossa como su esposa y madre de
Indiana, Margaret Tyzack como la tutora de este último, y el simpático y
malogrado Ronny Coutteure como el fiel amigo del Indy adolescente Remy.
Incluso el Indiana original, el famoso perro malamute del arqueólogo, tiene una
simpática intervención en el primer episodio. La aparición del mismísimo Harrison
Ford como un barbado Indiana Jones cincuentón en el capítulo El misterio del blues fue impagable.
George Hall como el anciano Indiana Jones
La impagable aparición de Harrison Ford
La primera temporada, en 1992, contó con 6
episodios de una hora de duración, excepto el primero, que fue doble. Para la
segunda, se rodaron 22 episodios más, aunque cuatro de ellos no fueron emitidos
originalmente en EE.UU. (sí en otros países). Entre 1994 y 1996 se emitió una
tercera temporada que consistía en cuatro telefilms de hora y media de
duración. Posteriormente, se alteró el orden de emisión de los capítulos y se
dispusieron según transcurría cronológicamente su argumento para su edición en
cinta VHS, en donde debían aparecer en formato doble, dos episodios por
cinta, aunque sólo se comercializaron doce volúmenes. Para su venta doméstica –ahora
con el título original de The Adventures
of Young Indiana Jones– se eliminaron las escenas protagonizadas por George
Hall (y Harrison Ford) y se rodaron algunas nuevas para dar continuidad a la
serie con su nueva estructura. Todas estas variantes tan características de
Lucas han dado algún que otro quebradero de cabeza a los seguidores y
coleccionistas, pero la información fidedigna y detallada se puede encontrar en
internet, por ejemplo, en la recurrida Wikipedia.
Portadas de algunos de los volúmenes de la edición en VHS
Tengo un gran recuerdo de esta serie que en
España emitió Antena 3 a partir de octubre de 1992, especialmente de la parte
que transcurre en la I Guerra Mundial. Los últimos cuatro capítulos de hora y
media, por desgracia, se emitieron en horarios irregulares, aunque en cualquier
caso yo conseguí comprar a muy buen precio toda la edición VHS comercializada
en nuestro país en la que, como ya se ha dicho, faltaban 10 episodios. La edición de 2007 en DVD con la serie completa no ha
sido editada en nuestro país, pero, si lo hace, tiene un firme candidato a
adquirirla si las circunstancias lo permiten.
Mi panteón cinéfilo es vasto y poblado, y por
ello no soy demasiado amigo de establecer podios y jerarquías en él. En lo
tocante a actores masculinos, muchos han sido los que han trascendido en mi
vida como aficionado al 7º Arte. Habiendo crecido viendo cine clásico, casi
todos los nombres más legendarios de Hollywood son esenciales para mí: Cary
Grant, James Stewart, Humphrey Bogart, John Wayne, Richard Widmark, y un
larguísimo etcétera. En épocas más modernas he sido incondicional de gente como
Harrison Ford, Gary Oldman o Geoffrey Rush, por citar los más importantes. Pero
lo cierto es que, si hay un actor que tiene un lugar privilegiado en mi
corazón, ese es sin duda Peter Cushing, siempre seguido muy de cerca de
su colega y amigo Vincent Price.
La presencia de Cushing, su rostro
inconfundible, esa mirada tan absorbente y fascinante, hacen que me rinda
incluso ante los trabajos más olvidables de este actor. Creo que fue un hombre
que siempre intentó conferir dignidad y seriedad a todos sus papeles, independientemente
de lo interesantes o notorias que pudieran ser las producciones en las que
tomaba parte. Si intento rememorar mi primer encuentro con él, imagino que
sería fácil afirmar que fue en La guerra
de las galaxias. También en el cine vi algunas de sus últimas apariciones
como Top Secret o Biggles, pero no fue hasta más avanzada
mi adolescencia cuando empecé a descubrir sus clásicos de la Hammer y me rendí
definitivamente ante este caballero del fantástico que encarnó al Barón
Frankenstein, al cazavampiros Van Helsing o a Sherlock Holmes como nadie lo ha
hecho nunca. A partir de ese momento, me convertí en fan de por vida y, a día
de hoy, creo que puedo decir que he visto gran parte de su filmografía, aunque
no toda ella.
Como homenaje a este actor del que hoy se
cumple el centenario de su nacimiento, he querido hacer una selección de diez
películas suyas que considero esenciales y/o especiales, tarea difícil porque
me parece un número demasiado pequeño y limitado para escoger, y porque, como
ya he dicho, tampoco he visto todos sus trabajos, pero estos son los que
recomendaría a quien quisiera iniciarse en la filmografía de Cushing y posiblemente
los que más me han gustado de entre los que he visto.
La
maldición de Frankenstein (Terence Fisher, 1957)
A Peter Cushing le costó lo suyo triunfar en la
pantalla grande. Se había iniciado en el cine en 1939 en el mismísimo
Hollywood, donde intervino en pequeños papeles durante dos años hasta que la
entrada en guerra de su país, Inglaterra, le obligó a regresar a él.
Seguramente, de haber permanecido más tiempo en la Meca del Cine, su nombre
sería hoy tan popular como algunas de las más importantes estrellas masculinas
de su época.
Un Frankenstein tan exquisito como malvado
Acabado el conflicto bélico, trabajó
principalmente en la televisión británica, en donde se convirtió en un rostro
muy conocido. El director Terence Fisher
aprovechó precisamente la baza de esa fama para proponerle el papel del Barón
Frankenstein en una nueva versión del clásico de Mary Shelley que iba a dirigir
para la pequeña productora Hammer Films y en
la que el rol de la criatura recaería sobre el actor Christopher
Lee. El resto, utilizando el manido tópico, es historia. Sería el
comienzo de un montón de colaboraciones entre el mágico triángulo
Cushing-Fisher-Lee durante los siguientes años y también el principio de la
segunda edad de oro del cine de terror (la tercera para algunos, si
consideramos a los maestros expresionistas). Por suerte o por desgracia para
Peter, el éxito de este largometraje y de los inmediatamente posteriores para
la Hammer le supondrían también un encasillamiento casi definitivo en el género
del terror, del que está considerado uno de los grandes paladines.
Cushing compuso un Victor Frankenstein
refinado y elegante, pero frío, cerebral y cruel, obsesionado por su deseo de probar
sus teorías científicas y al que no le importaba sacrificar a sus amigos y
seres queridos con tal de alcanzar su fin. El actor seguiría desarrollando el
personaje de manera impecable a lo largo de cinco continuaciones más hasta
1973. Si tuviera que quedarme con una única película de Peter Cushing, creo que
sería esta sin duda. Lo considero su mejor papel y su trabajo más esencial.
El mejor Van Helsing
Drácula
(Terence
Fisher, 1958)
Visitado uno de los grandes mitos del
fantástico, tocaba ahora retornar a otro a la gran pantalla: el temible conde
vampiro de Bram Stoker. De nuevo con Fisher en la dirección y con Christopher
Lee en el que sería su papel más conocido, Peter Cushing encarnó esta vez a su
archienemigo, el doctor Van Helsing, al que confirió rasgos de ágil héroe
errolflynniano en escenas sugeridas por él mismo como la del enfrentamiento
final entre su personaje y el monstruo transilvano.
La saga de Drácula-Lee se extendería hasta
seis entregas más, pero Peter sólo regresaría en las dos últimas, ambientadas
en la actualidad, y en las que interpretaba a un descendiente del Van Helsing
original.
La
Momia (Terence Fisher, 1959)
La Hammer parecía haber encontrado una
fórmula mágica comercial resucitando a los monstruos clásicos de la literatura
y del cine que ya había encumbrado la Universal más de dos décadas antes.
Llegaba ahora el turno de la Momia, para el que Cushing, Fisher y Lee se
unieron por tercer año consecutivo.
Algunos consideran esta película claramente
inferior a sus dos célebres predecesoras; para mí está prácticamente a la misma
altura con ese fascinante encuentro entre los dos actores cuando el resucitado
egipcio (Lee, por supuesto) irrumpe en la mansión del arqueólogo Cushing. La
bella Yvonne Furneaux completaba el suntuoso reparto en el papel de la esposa
de Cushing quien, mira por donde, resultaba ser idéntica a la difunta amada de
la momia Kharis.
El
perro de los Baskerville (Terence Fisher, 1959)
Seguimos en 1959, y aunque esta vez no hay
elemento fantástico propiamente, nuestro triángulo invicto sigue echando mano
de los clásicos de la literatura inglesa: esta vez es el turno de Sir Arthur
Conan Doyle y El perro de los Baskerville.
Con esta película, Cushing bordará uno de sus personajes más recordados, por
supuesto, el infalible Sherlock Holmes. Su amigo Lee no será en esta ocasión su
antagonista: encarnará a Sir Henry Baskerville, a quien el detective y su
inseparable Watson (inolvidable André Morell) deberán defender de sus enemigos.
A pesar de que este fue su único largometraje
cinematográfico interpretando al investigador, Peter Cushing es recordado como
uno de los mejores Sherlock Holmes de la pantalla grande junto a Basil
Rathbone. Retomaría el personaje durante dieciséis episodios para la serie de
la BBC en 1968 y una última vez en 1984 (véase más adelante).
Las
novias de Drácula (Terence Fisher, 1960)
Sin Lee en esta ocasión (de hecho, pese al
desconcertante título, el personaje de Drácula ni siquiera aparece en la cinta)
pero con Fisher dirigiendo, Cushing recupera magistralmente a Van Helsing y lo
enfrenta al vampiro de turno, el Barón Meinster (David Peel). En cierta manera,
esta película cierra la etapa de mayor gloria de su director y actor principal,
aunque ambos seguirían trabajando para la Hammer durante muchos más años. Fuera
de esta selección, a fin de no hacerla interminable, me dejo títulos de la
talla de La maldición de Vandorf, El abominable hombre de las nieves o las
ya citadas secuelas de La maldición de
Frankenstein.
Las
amantes del vampiro (Roy W. Baker, 1970)
Siempre dispuesto a acabar con el mal
Película no estrenada en España en su momento
y aparecida en formato doméstico con títulos tan despistados como el que
encabeza este apartado o Vampiros
enamorados –lo correcto sería Las
amantes vampiro–, adapta la legendaria novela de Sheridan LeFanu Carmilla, y el reparto está encabezado
por una de las pocas actrices que destacaron en la Hammer con papeles a la
altura de los de sus colegas masculinos: la inolvidable Ingrid Pitt. En la
época en que se rodó este largometraje, el código de censura británico se había
flexibilizado bastante y la Hammer posiblemente no dudó en acentuar el erotismo
de sus productos para atraer a un mayor número de espectadores, y este título
es uno de los mejores ejemplos de esa nueva política de la empresa. Entre
sensuales desnudos y lésbicas escenas, no obstante, Roy Ward Baker, otro de los
directores esenciales de la productora, nos presenta una historia gótica con
todos los elementos imprescindibles de estas: tumbas, ruinas, niebla… y un Peter
Cushing que, en el papel del General von Spielsdorf, está dispuesto a acabar
una vez más con el mal valiéndose de estacas y crucifijos.
Cuentos
de ultratumba (Kevin Connor, 1974)
¿No quieren comprarme algo?
Fundada en Inglaterra por los estadounidenses Milton
Subotsky y Max Rosenberg, la productora Amicus se había erigido desde los
primeros 60 en clara rival de la Hammer y se había especializado, como esta, en
filmes de terror. Uno de sus productos habituales fueron las películas
compuestas de varias historias cortas, normalmente basadas en libros o cómics
del género, unidas por un nexo común, habitualmente un personaje
presentador-iniciador, y entre las muchas que produjo la casa quiero destacar esta por
el impagable y sin par papel que hace nuestro homenajeado: en la cinta representa
a un simpático viejecito que regenta una tienda de antigüedades y rarezas en
Londres. Los clientes que acuden a ella invariablemente le engañan, roban o
regatean, y el artículo que se llevan entraña cada una de las historias. Al
final, se diría que el afable anciano de la pipa no es tan inofensivo como
parecía. Inolvidables también las apariciones de David Warner y Donald
Pleasence.
La
guerra de las galaxias (George Lucas, 1977)
Otro de los hitos fílmicos de mi vida y, como
ya he adelantado, posiblemente mi primer encuentro con Peter Cushing, a finales
de los años 70. El joven George Lucas planeaba rodar en Inglaterra esta
película que sería el inicio de su imperecedera saga cuando se planteó reforzar
el desconocido y joven reparto con algunos actores de renombre. Convencer a
Alec Guinness para ser Obi-Wan Kenobi fue algo complicado, pero Peter aceptó
encantado encarnar al malévolo e inescrupuloso líder imperial Wilhuff Tarkin,
aunque en algunas entrevistas aseguró que tuvo la opción de escoger también el
papel del viejo mentor Jedi. Conocidísima es la anécdota de que rodó buena
parte de su papel con zapatillas de andar por casa porque no le cabían las
botas militares que el equipo de vestuario le proporcionó.
La figura de Peter Cushing se convertía, con
esta que sería su última gran película para cine, en vínculo entre dos
generaciones del fantástico y en testigo de dos de los más importantes títulos
de la historia de este género.
La
casa de las sombras del pasado (Peter Walker, 1983)
Ya tuve ocasión de hablar sobre esta película
en mi homenaje a Vincent Price en su centenario hace dos años, pero es
inevitable que la vuelva a escoger aquí por las mismas razones: reúne, no sólo
a estos dos mitos del cine fantástico, sino también a Christopher Lee y hasta a
John Carradine, paladín menor pero estimable dentro del género. Por eso, a
pesar de estar poco apreciada por algunos de los seguidores de estos actores,
yo la considero un homenaje impagable a sus entonces ya largas trayectorias. Sería
también la última de las veintidós películas que compartirían Peter Cushing y
Christopher Lee.
Las
máscaras de la muerte (Roy W. Baker, 1984)
Última interpretación, ya directamente para
la televisión, de Peter Cushing en el papel de Sherlock Holmes, con un reparto
veteranísimo e invaluable en el que destacan Anne Baxter, Ray Milland, Anton
Diffring y nada menos que John Mills como Watson.
Es una cinta que homenajea sin duda a una
época de la historia del cine que ya tocaba a su fin en aquellos momentos y a
algunos de sus más memorables intérpretes. Peter Cushing rodaría Biggles, el viajero del tiempo dos años
después, antes de retirarse definitivamente de la actuación. Nos dejaría un 11
de agosto de 1994 legándonos una herencia como sólo los grandes artistas pueden
legar: una infinidad de trabajos en donde disfrutar su larga labor y en donde reencontrarnos con él siempre que queramos…
¡Peter Cushing
Lives in Whitstable!
El
grupo inglés The Jellybottys tuvo un nº1 en su país con esta divertida canción que rendía
tributo a nuestro querido actor. ¿Qué mejor forma de recordarle que con una
sonrisa?
Demoledor mes de mayo para los aficionados al
cine… y ahora también a la música. Me va a ser imposible deshacerme de mi fama
(sólo parcialmente cierta) de “enterrador bloguero” porque, después de haber
tenido que despedirme hace un par de semanas de uno de mis mayores ídolos, el
maestro Ray Harryhausen, y de habérsenos ido pocos días después Alfredo Landa y
Constantino Romero, hoy me entero del fallecimiento de Ray Manzarek, el mítico teclista
de The Doors, uno de mis grupos favoritos.
Siempre me resulto un tío auténtico, peculiar y simpaticote con esa voz grave
algo basta con la que deleitó a los fans del grupo más de una vez cuando Jim
Morrison no estaba disponible, le cedía el protagonismo, o ya en los discos que
el grupo sacó una vez fallecido su cantante.
Tuve oportunidad de verle actuar junto a Robby
Krieger en dos ocasiones, la primera en Benidorm, Alicante, en diciembre de
2003, cuando iniciaron su gira como The Doors of
the 21st Century, la segunda, en enero de 2007 en Valencia, ya con el
nombre de Riders on the Storm. En aquel
segundo concierto recuerdo que empezó a despotricar contra el entonces
presidente de su país, George Bush, diciendo que estaba loco y que cuarenta
años atrás estaban en guerra y ahora seguían igual. También recuerdo que bromeó
con su compañero guitarrista presentándolo como “¡Roberto!”.
Tengo también una curiosa vivencia
relacionada con Ray Manzarek ocurrida en el verano de 2007, y es que por
aquellas fechas yo trabajaba en un área de carretera y un día apareció un señor
alto que era clavado a él, y que además se expresaba en inglés. Creo que
siempre me quedaré con la duda de si era el verdadero Ray, pero me consta que
por entonces estaba de gira con el grupo, con lo que supongo que sólo sería
alguien con un gran parecido…
Nacido como Raymond Daniel Manczarek, Jr. un
12 de febrero de 1939, eliminó la “c” de su apellido artístico para hacerlo más
pronunciable. En 1991, Kyle McLachlan –de inexistente parecido físico con el
músico– le interpretó en el biopic sobre el grupo. Ray fue el único de los
Doors supervivientes que no se quiso implicar en el proyecto del director Oliver
Stone.
Como homenaje, nada mejor que recordarle en
su mejor momento, tocando con Jim, Robby y John en directo una versión del Close to You de Willie Dixon…
Película a la que llego debido a mi interés
por la Guerra Civil Española que dirige Óscar Aibar
adaptando un cuento de Albert Sánchez Piñol
y que utiliza el pretexto de la contienda bélica para proponernos una curiosa
historia de corte fantástico: cuando estalla la lamentable revuelta y los
anarquistas se apoderan de la zona, la vida del campesino turolense Ramón (Àlex Brendemühl) peligra debido a sus simpatías y
creencias, por lo que se ve obligado a ocultarse y dejar sola a su mujer Dora (Maria Molins). Pero Ramón no se esconderá en
cualquier sitio: resulta que en las inmediaciones de su finca aparece cada seis
meses, y desde tiempos inmemoriales, una extraña luz, una especie de portal a
otro mundo del que nadie que ha entrado ha vuelto... Allí se meterá el
desesperado protagonista de la cinta y este es el elemento que la hace
diferente a muchas otras películas sobre el conflicto de los años 30. Dora deberá
esperar medio año para conocer el destino de Ramón mientras los acontecimientos
históricos se desarrollan, el líder anarquista El Cojo (Pere Ponce) intenta cortejarla y conoce a un capitán de las
Brigadas Internacionales (simpática intervención del estadounidense Tom Sizemore).
Curioso y entrentenido largometraje mucho más
interesante que otras películas españolas que cuentan con bastante más promoción,
y que mantiene el encanto de ese original literario del que bebe. Por
desgracia, pasó por nuestros cines con la fugacidad de un relámpago.
Un rico empresario mantiene un affaire con una bella y famosa
top-model. Una imagen incriminatoria de ambos aparece en la prensa y, a fin de
ocultárselo a su mujer, el millonario intenta hacerle creer a ésta que la chica
estaba con un transeúnte que sale en la foto y no con él. Este personaje es
François, un humilde aparcacoches que accede a formar parte del engaño con el
fin de ayudar económicamente a la chica de sus sueños, dueña de una librería.
Película de enredos amorosos simpática y
liviana dirigida por Francis Veber en 2006 que ya vi poco después de su estreno
pero con la que me reencontré de nuevo esta semana. Con ese encanto especial
que para mí tiene la comedia francesa, el marco urbano de París y un reparto atractivo
y con clase en el que para mí sobresalen Kristin
Scott-Thomas como la mujer del empresario y Virginie
Ledoyen como la librera, pero en el que también figuran Gad Elmaleh como François, Daniel Auteuil como el millonario, y Alice
Taglioni como la modelo.
Aunque no me toca tan de cerca ni tan personalmente como en lo referente a Ray Harryhausen, hay que reconocer que con la muerte de Alfredo Landa hoy a los 80 años se cierra también un capítulo del cine; al menos, del cine español. Él era prácticamente el único superviviente -la única excepción que se me ocurre es Saza- de aquella época tan entrañable como infame que fue la de la "españolada". Se quejaba Landa de que, con su físico vulgar y bajito, sólo le daban papeles de graciosillo, pero a partir de la Transición demostró que podía ser un actor sólido y competente también en papeles dramáticos. Como prueba de ello nos quedan películas como las dos partes de El crack, Los santos inocentes o Los paraisos perdidos, sin olvidar clásicos de la comedia española más reciente como La vaquilla o El bosque animado.
Hace un momento que me he enterado y no tengo palabras... Hoy 7 de mayo de 2013 nos ha dejado, a los 92 años de edad, el maestro Ray Harryhausen. Cualquiera que haya tenido la amabilidad de seguir mi blog sabrá que era uno de mis mayores ídolos desde que, con 9 años, hace ya varias décadas, vi en televisión El valle de Gwangi. En el pasado le he dedicado varias entradas, la más importante la dividida en cuatro entregas con motivo de su 90 cumpleaños (aquí). Tuve el placer de conocerlo en persona en 1994 y ha sido siempre una gran influencia en mi vida. Siempre me ha parecido una personalidad única en el mundo del cine, un hombre irrepetible del que, afortunadamente, nos queda un rico legado.
No sé qué puedo decir sobre él que no haya dicho ya. Hoy es un día muy triste y la verdad es que poco me apetece extenderme en esta noticia una vez dejada constancia del suceso. El Fantástico pierde a uno de sus padres y paladines, amigos. Descansa en paz, Ray, y gracias por tan buenos ratos con tus maravillosas películas.