"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

domingo, 7 de noviembre de 2010

Tableros, dados y fichas (I)

Aunque, curiosamente, todavía no he hablado de ella a estas alturas, una de las grandes aficiones que conservo desde siempre es la de los juegos de mesa, o quizá debiera decir más propiamente “juegos de tablero”, ya que, como veremos más adelante, hay diferentes variantes de los juegos de mesa. Voy a aprovechar, pues, para desempolvar el baúl de los recuerdos y ofreceros un artículo que sólo en su primera parte va a ser nostálgico, ya que, como he adelantado, conservo este hobby a día de hoy y más de treinta años después de haberlo conocido (esto lo veremos en la segunda entrega). Por supuesto, empezaré utilizando la palabra “recuerdo” en la primera frase, para no perder la costumbre…


Recuerdo haber jugado a juegos de tablero toda la vida. Por supuesto, cuando era niño no tenía criterio alguno, ni menos aún solvencia económica para elegir a cuáles jugar, así que lógicamente los primeros que tuve me los compraron mis padres, y fueron quizá los únicos títulos que compartiríamos verdaderamente en familia. El primer juego que tuvimos en casa del que conservo memoria fue el clásico y entrañable Juegos Reunidos Geyper, en realidad un compendio de muchos pasatiempos de siempre como el ajedrez, las damas, el parchís, el backgammon, la oca, el tres en raya, la ruleta o los dados de póker. De aquella histórica caja –que perdería lo de “Geyper” cuando, años después, la emblemática casa cerrara sus puertas– recuerdo que me llamaban mucho la atención algunos de sus coloridos componentes, como las ratas de plástico y aquellas pequeñas fichas con forma cónica. Del tablero de la oca recuerdo especialmente las dos casillas “malas” que tenía: una con una calavera, y otra con un simpático demonio saliendo de un pozo (sin lugar a dudas ya empezaba a germinar mi posterior afición por el género terrorífico). Una última nota que añadiré es que habían diversas variantes de la caja de Juegos Reunidos en función de la cantidad de éstos que tuviera: 25, 35 o 50, si no me equivoco, y que venía indicada con un número blanco dentro de un círculo azul. El que teníamos nosotros –creo que aún debe de estar por algún lugar– me parece que era el segundo enumerado.

Otro viejo título que recuerdo de aquellos años pertenecía a mi abuelo, y se trataba de El Mago Electrónico, un curioso y arcaico juego de preguntas y respuestas en el que insertabas el muñeco de un robot dentro de un círculo, lo rotabas hasta señalar una pregunta, después lo ponías en otro círculo paralelo y, “mágicamente”, se giraba hasta señalarte la respuesta a aquella. No había nada de “electrónico” en este artilugio, ya que en realidad se trataba de un simple truco magnético por medio del imán que la figurita tenía en su base.

Conforme avanzaba mi infancia hicieron su entrada en mi hogar muchos otros juegos de tablero: Educa, Borrás, Diset, Falomir o Cefa (MB llegaría algo más tarde) son algunas de las marcas españolas que recuerdo de aquellos tiempos. Supongo que por entonces era bastante más habitual regalar juegos de tablero que ahora, ya que no sólo yo, sino prácticamente todos mis amigos y familiares, recibían siempre alguno como regalo de cumpleaños, Reyes, etc. (hoy en día me imagino que estará más de moda un vídeo-juego o cualquier artilugio cibernético).


En mis años previos a la adolescencia y en los primeros de esta lógicamente ya tuve más capacidad de decisión para elegir juegos y más canales para descubrirlos como revistas (todavía conservo la vieja Súper Juegos), televisión, visitas a tiendas de juguetes, etc. Sin lugar a dudas una marca clave en aquella época fue la ya citada Cefa, conocida sobre todo por sus versiones de juegos clásicos extranjeros como el Monopoly (adaptado por ellos como La ruta del tesoro) o el Cluedo (al que llamaron Misterio), pero que también nos ofreció títulos propios como el Alerta Roja, Lepanto o el legendario En busca del Imperio Cobra –recientemente reeditado, por cierto–. Algunos de mis mejores recuerdos de aquella época provienen de las tardes de los veranos que pasaba en un pueblecito de Castellón en las que, tras volver de la piscina municipal y saciarnos con el típico bocadillo de Nocilla, nos echábamos la obligatoria partidita de rigor. Los dos títulos que más marcaron aquellas ya lejanas sesiones fueron sin duda el ya citado Monopoly y el Risk, juegos que fueron clave en mi afición al hobby y a los que, por cierto, jugué mal durante mucho tiempo, algo que me frustró tremendamente cuando lo descubrí.

En 1981 hace su aparición en España una marca que también va a ser decisiva en mi afición al juego de tablero, y creo que en la de muchas otras personas de mi generación: se trataba de Nike & Cooper Española, S.A., o simplemente NAC, abreviatura que exhibía en su logotipo. Descubro la marca poco después al pasar por una librería de mi barrio y ver su primera tanda de juegos expuestos en uno de los escaparates del comercio, y rápidamente llama mi atención uno titulado La guerra civil española (1936) (por entonces estaba comenzando a interesarme por los conflictos bélicos europeos del siglo XX, así como por el modelismo). Este sería mi primer contacto con un género de juegos de tablero que estaba empezando a llegar a nuestro país: el wargame o, claro está, “juego de guerra”, y por supuesto no descansé hasta comprármelo. Fue mi primera experiencia con este tipo de variante lúdica en la que prima la estrategia y que exige quizá mayor esfuerzo y concentración por parte de los jugadores que los típicos juegos familiares más clásicos como puedan ser el Trivial Pursuit, el Scrabble/Intelect o algunos de los citados en los anteriores párrafos. Curiosamente, me costó un poco entender la mecánica de los wargames con este primer título, ya que al principio creía que sólo se podía mover una ficha por turno, cuando en ellos normalmente puedes mover todas o casi todas a la vez (¡tampoco se mueve lanzando un dado!), pero pronto me acostumbré a esta recién descubierta modalidad y me convertí en un gran seguidor de la marca NAC y en aficionado a los wargames en general. Durante los primeros años 80, entre los componentes de nuestra pandilla de amigos y compañeros de colegio teníamos, unos u otros, prácticamente todos los títulos de la marca madrileña, tanto los centrados en la estrategia –recuerdo algunos de los primeros como Rommel y Montgomery­, La Segunda Guerra Mundial, El día más largo, Guadalcanal o Fort Apache–, como los de la serie denominada “Temáticos”, y que ofrecían una mayor variedad en lo referente a ambientación y mecánicas y una selección quizá más abierta al público general: inolvidables de entre esta categoría fueron La fuga de Colditz, Mi agente en Berlín, La conquista del oeste y tantos otros.


Pasamos ya a los años de mi adolescencia y la mayoría de edad en los que, lógicamente, consigo una mayor autonomía tanto geográfica como económica. Mis visitas a Valencia capital se van haciendo más frecuentes, y allí, concretamente en los centros comerciales El Corte Inglés, descubro los juegos de tablero de importación, principalmente los de la mítica marca Avalon Hill y los de su filial Victory Games. Aunque mi reducida economía no me permite adquirir la mayoría de ellos, paso muchos ratos examinando sus cajas y deleitándome con la contemplación en la parte posterior de éstas de las ilustraciones de los tableros, fichas y demás componentes: Civilization, Conquistador, Machiavelli, Diplomacy, Titan, Circus Maximus y tantos otros serán algunos de mis descubrimientos durante aquella época (mediados de los 80), muchos de los cuales conseguiré comprar con el tiempo o cuanto menos probar. Es totalmente obligatorio resaltar en este punto la gran labor que hizo la ya desaparecida empresa catalana JOC Internacional a la hora de facilitar el acceso a estos juegos a los aficionados españoles, no sólo importándolos a nuestro país y distribuyéndolos, sino incluyendo la oportuna traducción de sus reglamentos y de todos los textos incluidos en las partes de cada juego (cartas, tablas, resúmenes). Aunque rústicamente presentados para los estándares de hoy en día (escritos a máquina y reducidos en fotocopia), gracias a JOC pudimos iniciarnos en muchos títulos extranjeros. Con el tiempo, mi nivel de inglés fue ampliándose y enriqueciéndose hasta el punto en el que pude acudir directamente a la fuente original en dicho idioma y me fueron innecesarias las traducciones. En este sentido, mi afición a los juegos de tablero me ha ayudado mucho a la hora de aprender la lengua de Shakespeare y me ha dado una importante base léxica en dicho idioma, hasta el punto de que hoy en día soy yo el que hace traducciones de juegos a la manera en que la casa catalana los hiciera en su momento (¡pero a ordenador!). Por cierto, no puedo dejar de citar el primer título de Avalon Hill que adquirí hacia finales de los 80: se trataba de The Legend of Robin Hood y, aunque estaba dentro de una serie de juegos más pequeños y asequibles de la mencionada marca, creo recordar que me costó unas 2200 pesetas de la época, un gran esfuerzo económico para un muchacho como era yo entonces.

Avalon Hill fue también una marca decisiva en mi vida y me descubrió una enorme cantidad de juegos de todo tipo: wargames, multi-players, cartas, rol… Uno podía encontrar prácticamente cualquier temática y ambientación en sus productos: no sólo los consabidos juegos de estrategia extraídos de batallas de la II Guerra Mundial, las campañas napoleónicas, o la Guerra de Secesión americana, sino otros cuyo inspiración podía ser tan variopinta como el comercio, la creación de ferrocarriles, la ciencia ficción o la fantasía. Posiblemente AH llegó a tener el mayor catálogo del hobby en los 70 y los 80 (había sido fundada en 1954) a nivel mundial y, aunque algunos de sus juegos puedan parecer hoy desfasados, creo que ha influido en muchos jugadores y diseñadores que crecieron con ella.

En 1989 se produce un importantísimo acontecimiento para los aficionados a los juegos de tablero valencianos: en la capital se abre por fin la primera tienda especializada de la provincia. Hasta entonces había algunas casa como Maquetas Lara o Maquetas Altarriba –además de los mencionados centros de El Corte Inglés– en las que se podían encontrar juegos de importación, pero Ludómanos –así se llamó el comercio– nos ofrecía por fin un amplísimo catálogo que no se había visto nunca por aquellos lares. Se había acabado el tener que pedir por correo a Madrid o Barcelona –las cuales, por supuesto, ya contaban con tiendas de este tipo desde años antes–: ahora, tras un corto viaje de media hora, teníamos a nuestro alcance todos aquellos títulos que habíamos ansiado durante mucho tiempo. Ludómanos fue para mí, además de la primera tienda especializada de Valencia, la mejor que ha habido jamás en la ciudad (no sé si me dejo llevar un poco por la morriña), en cuanto a que tuvo la mayor variedad y cantidad de juegos de todas las que ha habido desde entonces (no en vano eran distribuidores de JOC Internacional). A esta tienda le siguieron otras en los años posteriores: Valhalla, Gremio de Dragones, Camelot… pero creo que ninguna logró alcanzar la riquísima oferta del pionero comercio, posiblemente porque a partir de los primeros 90 se empezaron a implantar a nivel mundial franquicias como Games Workshop, Wizards of the Coast, etc, y muchas tiendas optaron por especializarse en los productos de estas, quizá más viables y comerciales, en lugar de optar por una mayor selección de juegos.

Por desgracia, Ludómanos acabó cerrando hace algunos años, después de languidecer durante mucho tiempo y quedarse en una sombra de lo que fue, fuera por las razones que fuera. La mayoría de las demás tiendas también han acabado cerrando o adaptándose  a nuevas modas lúdicas, y hoy en días es complicado encontrar en Valencia comercios que ofrezcan un buen surtido de juegos de tablero, priorizando productos afines como Warhammer, Magic, Heroclix y demás, pero de eso hablaremos en la segunda parte de este artículo.

Otro hecho destacable en mi trayectoria lúdica tiene lugar en el año 1992, cuando varios aficionados de mi localidad nos reunimos para sopesar la posibilidad de crear un club de juegos y darle forma legal, cosa que finalmente logramos para nuestro regocijo. La respuesta de la ciudadanía aficionada es buena dentro de lo minoritario que es este hobby –el censo del club osciló siempre alrededor de veinticinco socios–, y, tras dos años y medio en un local cedido por el ayuntamiento, decidimos alquilar una planta baja en la que, lógicamente, estaríamos mucho más cómodos a pesar del mayor esfuerzo económico. Pasamos muy buenos años allí y conocimos a grandes amigos, algunos lo siguen siendo desde entonces y espero que lo sean de por vida, porque ninguno queremos jubilarnos del hobby por muy mayores que nos hagamos. Por desgracia, por causas que no merece la pena ni mencionar, la asociación acabaría su transcurso en 1999, tras casi siete años de funcionamiento. Posteriores intentos de formar algo parecido dieron con situaciones verdaderamente tristes y frustrantes –la intolerancia de un vecino en un primer local alternativo, la pérdida de gran parte del material y mobiliario debido a la humedad mientras lo teníamos almacenado en un bajo, etc, etc.– y el grupo de jugadores acabó disgregándose o, en el mejor de los casos, separado en grupos más pequeños. Que triste es que los humanos no podamos entendernos ni siquiera en pequeñísimas sociedades. ¿A quién le extraña que haya conflictos entre países, pues?

El cierre de la asociación dio comienzo a una época relativamente oscura en la que no dejé el hobby totalmente, pero las partidas a juegos se hicieron más escasas y distantes, al carecer de un local fijo en el que reunirnos y al haber perdido el contacto muchos de los componentes de la asociación. No obstante, mis días en torno a los juegos de tablero estaban muy lejos de acabar e iba a llegar en el futuro un nuevo resurgir. De ello os hablaré, si os han quedado ganas de seguir leyéndome, dentro de unos días…

* Enlaces de interés:
-La historia de Avalon Hill, con un listado completo de sus juegos al final.
-Página dedicada a los inolvidables Juegos NAC.
-Board Game Geek (BGG): la web más importante sobre juegos de tablero a nivel mundial. Un completísimo archivo con imágenes, reglamentos, variantes, foros, etc, etc. Imprescindible para cualquier aficionado al hobby que se pueda defender con el inglés.
-BSK (Sociedad Británica para el Conocimiento): el equivalente español a la BGG, algo más modesto pero también más accesible al estar escrito, obviamente, en castellano.
-Revista Súper Juegos en la BGG. ¿Alguien la recuerda?

(Más enlaces en la próxima entrega)

2 comentarios:

  1. Ya veo que eres todo un jugón. Yo no he jugado tanto a los juegos de mesa como tú ni tengo tus conocimientos sobre el tema, pero te cuento mi relación con ellos.

    Mi afición a los juegos de mesa empieza como cualquier niño de finales de los años sesenta: ajedrez, damas, parchís. Tengo los Juegos Reunidos Geyper, claro, faltaría más; y me paso tardes con los amigos jugando partidas de Monopoly, Cluedo, Stratego, Risk o Palé. Más tarde vienen Trivial, Pictionary, Scrabble,...ya sabes, esos juegos que parecen más de mayores, :)

    Cuando conozco los ordenadores de 8 bits y concretamente cuando me compro un Spectrum 48k de gomas, aparto a un lado los juegos de mesa para jugar partidas de videojuegos, de marcianitos, de coches, de peleas y sobre todo de aventuras conversacionales (tengo una época de mucha afición y con participación en revistas de aficionados), pero a mí siempre me siguieron gustando los juegos de mesa.

    Juego a algún wargame, compartí mili con un chico muy aficionado que me metió en sus partidas, pero ni el tema bélico ni la estrategia son mi fuerte y nunca me introduzco con fuerza en ese tipo de juegos de tablero. Pero si que participo en partidas de rol y en juegos de cartas ya que la fantasía me llama más la atención. De todas formas, mi manera de jugar nunca pasa de ser más que esporádicamente. Soy muy futbolero, me gusta el deporte y entre partidos de fútbol y cine, se me escapan las horas del día. Además estaban los futbolines, el ping pong, las máquinas de los recreativos, los dardos y las chicas.

    Lo que menos me gusta de los juegos de tablero es el componente del azar, los dados nunca fueron lo mío, yo quiero controlar y no perder o ganar por pura suerte. Y aunque he jugado más o menos durante toda mi vida a los juegos de tablero, pasa mucho tiempo hasta que ya en la cuarentena vuelva a echar una mirada al mercado a ver que novedades hay. En esta época (es decir, ahora mismo) juego al Catán, bueno, en realidad soy una cobaya de mi hija, que me pega auténticas palizas.

    A lo que más juego ahora es al Mus y al Poker, jajajaja, ya ves que más básico no puede ser, pero es que ambos juegos de carta son un vicio total. Con ellos paso muchos ratos buenos con la familia.

    Es un auténtico vicio jugar. ¡la vida es un juego! y te aseguro que todavía cuando paso por el escaparate de una tienda con juegos de tablero, entro dentro, cojo las cajas, las examino, intento enterarme de la dinámica del juego y miro el precio por si me animo a comprarla.... lo que casi nunca hago. Soy consciente de que no es tan fácil convencer a la gente para jugar a algo de lo que nunca han oído hablar, pero interesarme me interesa el tema. ¡Espero con ganas la segunda parte de tu post!

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  2. Vicente: lo sabía desde hace años; eso no me quita el echar de menos aquella tienda, ya que me dio muchos momentos felices, y al fin y al cabo yo no tuve apenas relación con el dueño, que normalmente no atendía a la clientela y estaba en su oficina. Tengo también la impresión de que el comercio ya estaba de capa caída tiempo antes del suceso que comentas...

    Xalons: en tu hija tienes una mina para redescubrir el hobby. Ya verás en mi próxima parte que ahora hay muchos juegos más apropiados para las nuevas generaciones y que el factor azar también está muy comedido.
    A mí no me disgustan los vídeo-juegos, pero prefiero el tablero, sobre todo por el componente social que tiene...

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