"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

miércoles, 30 de abril de 2014

Nos dejó Bob Hoskins

Pese a haber reducido consciente y voluntariamente –y, al contrario que lo que está de moda– los obituarios en el blog, no puedo dejar de incluir al menos unas líneas en recuerdo del actor Bob Hoskins, que nos dejó ayer a los 71 años tras una larga carrera en el cine y en la televisión que comenzó en 1972. De él podría decir que era uno de esos actores que no mencionaría entre mis favoritos, pero del que sin embargo he visto muchas películas y al que tenía en cierto aprecio. Era un hombre con una gran presencia en pantalla pese a que su tipo algo bajito y orondo no pareciera el ideal para un leading man. Aún con todo, podía convencerte en sus frecuentes papeles de duro investigador o de mafioso. En 2012 se retiró de la interpretación aquejado de Parkinson, pero nada hacía pensar que iba a durar tan poco… Descanse en paz.

lunes, 28 de abril de 2014

Adiós a Librería Gil

Buena parte de lo que decía refiriéndome al difunto Cine Oma de mi ciudad en otros artículos (como este) se puede aplicar también a negocios locales, incluso a edificios y lugares curiosos, pintorescos o a los que, simplemente, les tienes cariño: cuando desaparecen después de estar allí toda tu vida, es como si te robaran una pequeña parte de ti, como si se marchara un amigo. Te quitan sobre todo muchos recuerdos y algo que a veces ni habías considerado que podrías perder; que creías que estaría allí siempre. Pero no: un buen día, se va; todo acaba por desaparecer en esta existencia tan efímera de la que nos ha tocado ser testigos impotentes.

Librería Gil: casi seis décadas al servicio del pueblo

Hace ya tres semanas que me enteré del cierre de un comercio emblemático de mi localidad, Puerto de Sagunto: se trata de Librería Gil, una tienda que en cuestión de unos veinte días dejará de existir como tal. Fue fundada por Luis Gil hacia el año 1956-1957 según me informó su hija y actual dueña del establecimiento. Curiosamente, el quiosco cercano de la Plaza de la Alameda también fue obra de su progenitor, que lo mandó construir en 1953, un detalle que no sabía. De este último negocio continúa en pie su estructura, aunque ya hace al menos de una década que no se venden en él los tradicionales tebeos, periódicos, pipas y chicles.

La librería y papelería Gil fue uno de los establecimientos señeros del pueblo en su modalidad durante muchos años, cuando la urbe era más pequeña y los comercios que permitían el acceso a la literatura eran aún incluso menos que ahora. Recuerdo que en mi etapa escolar había un pequeño “circuito” de librerías cercanas a mi colegio, Nª Sª de Begoña, que todos los estudiantes recorríamos en busca del material que nuestros maestros nos encargaban: lápices, rotuladores, libretas, blocs de dibujo… Librería Gil, Librería Nova y Librería Studio y, desde los primeros 80, Art Libris, estas tres últimas ya desaparecidas, eran los comercios de ese gremio más cercanos a nuestra escuela. En 1973 abrió la mítica Librería El Puerto, también a unos pasos del mencionado recinto académico, aunque a finales de la década se trasladó a su ubicación actual y ya quedó algo alejada de Begoña. No tan cercanas, pero también clásicas en aquellos tiempos fueron la Librería Ana Garzón (actualmente Vértice) y la también extinta Géminis (previamente abierta con otro nombre que siento haber olvidado).

Acabada la EGB, mis posteriores estudios me alejaron bastante de Librería Gil y de sus competidoras más cercanas, pero siempre volví a casi todas ellas en busca de material. No puedo decir si soy sincero que fuera un gran cliente la tienda que ahora nos deja, porque tenía más cerca de mi hogar a la ya citada Librería El Puerto, pero me pasaba de vez en cuando a comprar y muchísimas más a mirar sus escaparates; eran como un imán para mí. En años más recientes recuerdo haber comprado un libro sobre castillos medievales, y algunos fascículos de una colección sobre Elvis Presley cuando me interesaba el CD que les acompañaba. Este pasado 24 de abril visité la veterana tienda, conocedor de su destino y de que liquidaban su contenido. Me encontré con una entrañable oferta de libros y postales antiguas que por lo visto la dueña ha rescatado de la trastienda: Bruguera, Austral, Fontamara y otras editoriales mayoritariamente desaparecidas me hicieron revivir viejos tiempos cuando, en los últimos años 70 y los primeros 80 comencé a enamorarme de la lectura literaria. De entre las numerosas postales en oferta adquirí un lote de 10 de éstas por 1 euro que muestran imágenes de mi pueblo hacia finales de los 60. También me hicé con unos pocos libros que me han costado 2 y 2,5 euros y hasta con un viejo cómic de Astérix, Astérix en Helvecia, también por 2 euros, y curiosamente editado en Valencia en 1977 por Mas-Ivars. Todo este material estaba en general bastante bien conservado, en algunos casos con un poco de moho y con cierta olor a viejo que hasta le da encanto.

Mi última compra en Librería Gil, en el caso de los libros, más por nostalgia que por
interés real (algunos incluso ya los tenía). Todo por 14 euros

La razón exacta para el cierre de este comercio ya histórico de Puerto de Sagunto no la sé con certeza, pero la puedo adivinar con escaso riesgo de equivocarme: no creo que en esta época tan atroz para la cultura, con la banda de sinvergüenzas y delincuentes que nos gobiernan restringiéndola más y más con sus subidas de impuestos y dejando a gran parte de la población sin recursos, vender libros sea una empresa boyante. Y, por si fuera poco, están las nuevas versiones digitales de estos. Todo son palos para los mismos al final: el cine, la literatura, todas aquellas aficiones que puedan fomentar la inquietud, la creatividad y la imaginación de las personas. No es conveniente que la gente piense demasiado en estos tiempos, no vaya a darse cuenta de cómo se están burlando de nosotros la caterva esa que dirige el país (hacia su ruina) desde Madrid.

Desde aquí, mi pequeño homenaje de despedida a este comercio que ha acompañado al pueblo durante casi seis décadas y al que seguro echaremos de menos más de uno. Sólo espero que, si lo sustituye alguna nueva empresa, no sea una de esas tan lamentables y frías que venden móviles, por favor. 

martes, 22 de abril de 2014

Una tarde con Ray Harryhausen

Hace exactamente 20 años, se producía uno de los grandes episodios de mi vida; uno de los momentos que siempre recordaré y atesoraré: aquel viernes 22 de abril de 1994 conocía en persona a uno de mis grandes ídolos –al único de ellos con el que me he encontrado, de hecho–: Ray Harryhausen. El genio de los efectos especiales llegaba a Valencia invitado por la Filmoteca de la ciudad dentro de un ciclo titulado Ciencia-Ficción USA Años 50. Varias personas propiciaron que este inmenso acontecimiento pudiera hacerse realidad: el primero fue mi ex-compañero de universidad y gran cinéfilo Juan F., al que desde aquí envío un gran abrazo aunque hace muchos años que no le veo. Él sería quien me informara de que Ray iba a estar en la capital del Turia y de que otros amigos iban a entrevistarle. Por una vez, conseguí deshacerme de mi natural timidez, le “eché morro” y le pedí a Juan que me buscara un hueco en aquel encuentro. Las otras tres personas que iban a verse con Harryhausen eran Antonio B., Miguel Ángel P. y Carlos D. Todos ellos estaban implicados en mayor o menor medida en publicaciones sobre el 7º Arte e iban a entrevistar al cineasta estadounidense para ellas. Yo también preparaba un fanzine que, finalmente, no vería la luz como tal, pero conseguí meter cabeza en aquella cita con Ray.

En aquella época estudiaba una FP en la localidad de Torrente, a unos 10 km de Valencia. No recuerdo la hora exacta en la que se producía la entrevista, pero sí que interrumpí mis clases (que empezaban a las 3 de la tarde) para desplazarme hasta Valencia. Por entonces me encontraba sin vehículo propio debido a un accidente y a que tenía el coche en reparaciones. Hube de utilizar, pues, el transporte público para llegar la capital. Yo, a mi vez, le había informado del encuentro con Harryhausen a un amigo de mi pueblo, Jose G., con quien acordé encontrarme en la Filmoteca. Subimos a uno de los pisos después de reunirnos con el resto de compañeros y entramos en una habitación –supongo que algún tipo de oficina–. En ella, separada por una mampara de cristal y madera que formaba otro cuarto, tras una mesa de escritorio, se encontraba aquel hombre que habia conseguido cautivarnos con su magia desde nuestra infancia: Ray Harryhausen vestía una camisa verde oscura y un jersey de lana de idéntico color con adornos. Era muy alto, más de metro ochenta, y se había traído un curioso acompañante que exhibía con orgullo casi paternal: uno de los esqueletos de Jasón y los Argonautas que transportaba en un pequeño ataúd de madera. Un simpático señor sentado junto a él iba a servirnos como intérprete de la conversación, aunque todos intentamos chapurrear algo de inglés.

La entrevista finaliza. De manera accidental aparecí en la fotografía de A. Busquets.

Durante aproximadamente una hora, los cuatro intrépidos periodistas aficionados asediamos a Ray a preguntas (curiosamente, Juan no apareció aquella tarde y Jose se sintió algo cohibido y se quedó esperando en la otra habitación). El técnico de F/X las aguantó con amabilidad como seguramente había aguantado ya un montón aquella tarde. Recuerdo que intenté, durante los días anteriores, confeccionar un cuestionario original y con preguntas más atípicas, pero creo que al final, con las prisas, todos acabamos preguntándole las cuestiones más obvias sobre su carrera: por qué había rodado tanto en España, si se decidiría a volver al cine, su opinión sobre el fantástico actual… Esta entrevista múltiple –que por cuestiones de espacio no voy a reproducir aquí, pero que planeo colgar en internet en cuanto pueda– creo que sólo llegaría a aparecer en dos publicaciones finalmente: Carlos D. la publicó en 1995 en la revista barcelonesa Seqüencies nº4, que sólo tuvo difusión dentro de Cataluña. Yo lo haría en Fantplastic, un humilde fanzine dedicado al modelismo fantástico que publiqué junto con mi compañero Quique B. durante los años 1998-2005. Nuestro nº1 –que, en realidad, fue el segundo, puesto que empezamos con un nº0–, aparecido en otoño de 1998, se centró por supuesto en Ray e incluía un dossier sobre la vida y obra del cineasta, la famosa entrevista, y un suplemento sobre las figuras creadas en torno a su obra. Su tirada se limitó a 150 ejemplares que hace ya mucho tiempo que están agotados.

Mi autógrafo dedicado por Ray Harryhausen

Pero, volviendo a aquel 22 de abril de 1994, concluir el encuentro con Ray diciendo que, como él debía luego aparecer por la noche en un acto en el que era el principal protagonista, nos hizo ver que debíamos concluir la entrevista. Mis compañeros se hicieron algunas fotos con él; yo, de carácter reservado y poco amigo de las fotografías, preferí estrechar la mano de aquel genio, algo que pareció sorprenderle en un primer momento. Curiosamente acabé saliendo de refilón en una de las fotografías que sacó Antonio B. Por supuesto, también nos firmó autógrafos. Yo había intentado sacar alguna fotocopia en color de imágenes en las que apareciera él, pero no salían muy bien, de manera que finalmente opté por llevarle una en blanco y negro del famoso cíclope de Simbad y la princesa. Recuerdo que al verla dijo: “Ah, the cyclops!”

Cuando mis amigos y yo estábamos ya en la calle, en la puerta de la Filmoteca, bajó Harryhausen de camino al hotel. Antonio le preguntó si sabía ir o si le acompañábamos, pero nos dijo que no hacía falta, que estaba muy cerca.

Aquel feliz día aún no había tocado a su fin pues, como he dicho, por la noche había una conferencia de Ray acompañada de imágenes y proyecciones de su obra –incluyendo algunos de sus cuentos– y la proyección de Surgió del fondo del mar, una de las cuatro películas del genio que he podido ver en pantalla grande. A aquel evento Ray acudió –además de con su esposa Diana– con otras dos de sus creaciones: la Kalí y el mascarón de proa de El viaje fantástico de Simbad. Acabada la película, firmó infinidad de autógrafos y aún tuve ocasión de volver a hablar con él, ya que un compañero de clase al que le había comentado el evento acudió esa noche y me pidió que le preguntara a Harryhausen algo cuya respuesta me parecía –y fue– obvia: si se inspiraba en la realidad para recrear a sus animales en miniatura. Me costó un poco hacerme entender con mi limitado inglés, pero Harryhausen confirmó con un “of course”.

La charla de Harryhausen por la noche, poco antes de la proyección de
Surgió del fondo del mar (Fotografía: A. Buquets)

Así concluyó aquel feliz acontecimiento de hace ya dos décadas. El hermano de Juan F. aún tuvo la amabilidad de traernos a Jose y a mí a nuestro pueblo con su coche, ya que a aquellas horas ya era imposible encontrar transporte público.

Contacté posteriormente con Ray Harryhausen con motivo del nº11 de nuestro fanzine Fantplastic, que iba a volver a estar dedicado a él y para el que me firmó una amable dedicatoria. Por desgracia, nuestra aventura editorial acabó poco antes de que éste viera la luz y nunca se acabó aquella undécima entrega. También recuerdo que le pregunté a Ray por carta si era posible utilizar su nombre para entregar un premio de modelismo que daba nuestra revista, pero nos dijo que no debido a asuntos de copyright. Posteriormente he tenido el placer de ser autorizado a publicar la versión en castellano de su web oficial.

Hasta el último día de mi vida guardaré el maravilloso recuerdo de aquel encuentro con Ray Harryhausen, un hombre que me parece que nunca estará lo suficientemente reconocido dentro del mundo del cine y de la cultura. ¡Gracias, Ray, por ser alguien tan esencial en mi vida!

* Enlaces de interés:
-Web oficial de Ray Harryhausen
-Página de Fantplastic (en Transilvania Models podéis adquirir los números disponibles de dicho fanzine. En breve estarán para descarga gratuita los cuatro primeros números, incluyendo el especial Harryhausen).

martes, 8 de abril de 2014

Byzantium

El vampiro –sin lugar a dudas, una de las más fascinantes y complejas figuras de la literatura romántica en cuanto a la alegoría que representa de todas las pasiones, obsesiones, tabúes y miedos del ser humano– ha sido ridiculizado, frivolizado, puerilizado y desfigurado durante buena parte de las dos últimas décadas hasta los más execrables límites, hasta llegar a ser irreconocible y alejarse totalmente del mito que una vez supuso. Y no sólo estoy hablando de toda esa retahíla de películas, novelas y series para muchachitas que pululan en los últimos tiempos por cines, librerías y canales de televisión respectivamente: incluso nombres y títulos que se suelen tomar más en serio –valgan de ejemplo los desaciertos noventeros de Carpenter o Rodríguez– han contribuido en gran medida a que un personaje tan cautivador sea tomado por objeto de burla y elemento para lo grotesco, banal y hasta soez...

En este contexto actual tan decepcionante y desalentador sorprende y alegra que, aunque sea muy de vez en cuando, se pueda ver una buena película de este subgénero tan, valga el mal chiste: “de capa caída”. Y tenía que ser el irlandés Neil Jordan, un director de filmografía destacable en general y con muy buenos títulos en diversos registros (no olvidemos que suya es también la plasmación en celuloide de Entrevista con el vampiro) el que adapte la obra de teatro de la autora inglesa Moira Buffini A Vampire Story, que en las pantallas se ha estrenado como Byzantium (la propia Buffini ha firmado también el guión).

Básicamente se trata de la historia de dos vampiras, una madre y una hija (interpretadas respectivamente por Gemma Arterton y Saoirse Ronan) que a lo largo de dos siglos han sobrevivido cómo han podido a pesar de su condición y a la vez que huyen de una vengativa orden de seres como ellas. A lo largo de la cinta de Jordan conoceremos también, por supuesto, a través de unos poéticos flashbacks que a veces entremezclan dos épocas, como las dos mujeres llegaron a ser lo que son, así como sus orígenes.


Pero no pretendo extenderme demasiado sobre la historia de Byzantium, que dejo descubrir por sí mismo al espectador interesado. Sí que destacaré y alabaré, sin embargo, el acierto de Neil Jordan para captar y recuperar elementos clásicos y básicos de las historias de vampiros como son la soledad, la melancolía o el malditismo inherentes a estas criaturas, su condición a menudo de proscritos y de fugitivos, antes que de seres prepotentes que imponen su criterio y voluntad por doquier y que presumen constantemente de sus dotes sobrehumanas; el desasosiego y la angustia vital que les condicionan y que es un rasgo esencial del Romanticismo original que, ni debería hacer falta mencionarlo, no tiene nada que ver con el concepto que intentan imponernos hoy en día las novelas de Danielle Steel o las películas sentimentales de Hollywood.

Curiosa y plausible la elección de Jordan de que en la película nunca aparezcan colmillos, de no regodearse en la sangre –aunque es éste un elemento imprescindible en toda historia de vampiros–, de la atípica forma en que éstos se convierten, de mostrarlos constantemente y con toda naturalidad bajo la luz del sol, de escapar, en fin, de muchos de los clichés que el 7º Arte ha hecho típicos de este subgénero y que no lo eran tanto cuando Polidori, Le Fanu o Gautier, entre otros, escribían sobre ellos. En este sentido, el director enraíza con textos imprescindibles del género como El vampiro, Carmilla o La muerta enamorada, respectivamente de cada uno de los autores recién mencionados. Imposible no destacar también la música del español Javier Navarrete, que encaja como un guante con las imágenes, arropándolas a la vez que reforzando su mensaje y sentido.

El reparto, eminentemente británico, lo completan Caleb Landry Jones, Daniel Mays, Sam Riley, Johnny Lee Miller (curiosamente como el oficial Ruthven, aunque resulta no ser un vampiro en el film) y Maria Doyle Kennedy, una actriz por la que siento especial simpatía por su participación en mi admirada Los Commitments y a la que tuve ocasión de conocer en persona hace pocos años.

Lástima que haya tenido que conformarme con ver Byzantium en DVD y no haber podido hacerlo en pantalla grande por los lamentables motivos que comentaba el mes pasado en este artículo.

lunes, 7 de abril de 2014

14ª Edición de El Juego del Cine

Hace ya más de dos años que adquirí una terrible adicción. No me la puedo quitar de encima y toda la culpa la tiene mi compañero Xalons del blog C de Cine, que fue quien me descubrió este evento virtual –en el que él ya era entonces todo un veterano– y quien me invitó a jugar con su equipo, Los Fancinerosos. Desde entonces he participado en dos ediciones españolas de El Juego del Cine con ellos, hemos organizado otras tantas e incluso me he atrevido a jugar también un par de veces a la versión francesa que lo originó.

El Juego del Cine es un divertido concurso por internet hecho por y para cinéfilos en el que, a lo largo de varias semanas, se debe adivinar a qué películas pertenecen una serie de fotogramas (a veces, también vídeos o sonidos). Los participantes, en equipo o individualmente, envían sus respuestas dentro de los plazos previstos y van acumulando puntos hasta que, naturalmente, hay un ganador al final del concurso. El “único” premio por ello es la diversión y responsabilidad de organizar la siguiente convocatoria (normalmente semestral).

Este año ya tenemos una nueva edición, la 14ª, a la vista y muy inminente: comenzará el próximo 23 de abril organizada por el equipo ganador del asado certamen, Los Histéricos Inquilinos, y lleva por título 3014 ODISEA INQUILINA. Si tenéis curiosidad por conocer las normas y otros detalles sobre este nuevo encuentro los podéis encontrar en el blog oficial de El Juego 14, http://3014odiseainquilina.blogspot.com.es/.

Personalmente, no puedo sino recomendarlo: es gratis, es emocionante, y muy, muy adictivo. Puede no parecerlo al principio pero, en cuanto ves las imágenes de la primera semana, ya no puedes resistirte a intentar averiguar el film en el que aparecen. Hay muchas formas de descubrirlo además de la mera memoria visual y participar en El Juego de Cine es mucho más fácil de lo que parece. ¡Animaos a probar!

martes, 1 de abril de 2014

Capitán América: El soldado de invierno

Nueva muestra del hoy tan frecuente y popular cine de superhéroes que echaba mucho de menos en mis años mozos, cuando era un incondicional de los tebeos de estos personajes y la tecnología no permitía llevarlos a la gran pantalla con facilidad. Hace ya bastantes años que dejé de leer estas publicaciones, pero conservo el cariño y el gran recuerdo de aquella época y de todas aquellas lecturas, razón por la que suelo ver casi todas las películas que adaptan los cómics de los personajes de Marvel y DC.

Sin salirse de los márgenes (o límites) del cine comercial pensado para agradar a casi todos los públicos, Capitán América: El soldado de invierno me parece una buena demostración de que se pueden hacer blockbusters entretenidos, interesantes, y hasta con una historia decente que los vertebre sin tener que apoyarse únicamente en los efectos especiales como exclusiva atracción de una película. Este nuevo trabajo de los hermanos Anthony y Joe Russo me parece también de los más acertados filmes de superhéroes que se han rodado en los últimos tiempos, y es así por la plausible elección de estos directores de un tono dramático para la historia, con alguna mínima nota de humor ocasional normalmente elegante y sin desatinar. Me parece un error la excesiva presencia de gags humorísticos de películas previas del género como Los vengadores, Thor: El mundo oscuro o la saga Iron Man. La comedia no me parece el tono adecuado para este tipo de films y creo que los chistes y comic reliefs estropean a menudo estas y otras muchas películas. En ese sentido, esta segunda entrega del Capitán América destaca para mí por encima de todos estos antecesores inmediatos, además de que me parece que la trama está bien llevada y, aunque, por supuesto, tiene su buena dosis de efectos especiales y escenas de acción, encuentro éstas en general bien equilibradas y repartidas a lo largo de las más de dos horas de duración de la cinta.

En esta nueva aventura, encontramos a Steve Rogers/El Capitán América (Chris Evans) intentando adaptarse a la época moderna tras permanecer congelado en el hielo durante casi siete décadas y despertar en el siglo XXI, y planteándose la ética de la utilización del potente armamento que la agencia SHIELD para la que trabaja planea poner en marcha. Pronto descubrirá que, detrás de todo este proyecto tecnológico, hay una terrorífica conspiración de ámbito mundial. A desentrañarla le ayudarán sus compañeros habituales Natasha Romanoff/La Viuda Negra (Scarlet Johansson), Nick Furia (Samuel L. Jackson) y una nueva incorporación: Sam Wilson/El Halcón (Anthony McKie). El equipo al completo deberá enfrentarse a innumerables y poderosos perseguidores, a la vez que combaten a un nuevo enemigo: el Soldado de Invierno que da título al film (Sebastian Stan). Imposible no destacar la presencia del gran Robert Redford en una película que parece bastante atípica en su filmografía.

Además, como siempre, la impagable aparición de Stan Lee y dos escenas entre créditos y post-créditos adelantándonos parte de lo que va a venir en futuras películas Marvel.