"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

lunes, 19 de septiembre de 2011

Fin de semana con Maria Doyle

Los pelos como escarpias –como dicen por ahí– se me pusieron el pasado viernes noche cuando en la pantalla del Teatro Municipal Carmen Tur de la localidad castellonense de Vall d’Uixó aparecía aquello de “Beacon presents” y comenzaba a sonar el tema Treat Her Right. Y es que, aunque he visto Los Commitments alrededor de una quincena de veces, esta era la primera en la que lograba mi deseo de verla en pantalla grande. Esta ilusión anhelada durante muchos años, no obstante, sólo fue satisfecha a medias: el pase del film no se hacía en formato cinematográfico, sino en DVD proyectado, que, aún así, se pudo ver con aceptable calidad si exceptuamos que la película se apreciaba ligeramente más oscurecida que la original. Igualmente este nuevo visionado del largometraje de Alan Parker me reafirmó en mi idea de que nunca se va a poder comparar una película transmitida en formato televisivo con una en la pantalla grande: incluso después de haber disfrutado tantas veces el film irlandés, todavía descubrí nuevos detalles en él y aprecié muchísimo más la música al poder oírla con unos altavoces bastante más potentes y dignos que los que se suelen ver por nuestros hogares.

La proyección del largometraje formaba parte de un interesante programa cultural gratuito que Vall d’ Uixó celebra todos los años desde hace cinco y en el que se integran diversas disciplinas artísticas como la música, el teatro o el cine que lleva por nombre El Petit Festival, y venía con sorpresa: tras la película, había un coloquio con una de las protagonistas de ésta, la actriz y cantante Maria Doyle Kennedy, a quien, durante alrededor de una hora, pudimos preguntarle cosas tanto sobre Los Commitments como sobre su carrera al margen de este largometraje (ahora mismo triunfa en las pantallas en el papel de Catalina de Aragón en la serie Los Tudor). No sólo respondió amablemente Maria a los asistentes al acto, sino que, al final de este, nos deleitó con una de sus canciones totalmente a capella. Fue un aperitivo de lo que nos esperaba veinticuatro horas después, ya que la dublinesa ofrecía un concierto acústico al día siguiente acompañada a la guitarra por su marido, el músico Kieran Kennedy. Fue un placer escuchar sus canciones y su estupenda voz, y más aún conocerla y que me autografiara el DVD de Los Commitments, una de mis películas-fetiche. Cumplí, pues, dos deseos el pasado fin de semana: ver esta película en pantalla grande, y conocer a una de sus integrantes. Es cierto que ya tenía los autógrafos de otros tres componentes de la banda cinematográfica (Kenneth McCluskey, Dick Massey y Dave Finnegan), pero estos los conseguí comprando un libreto por correo a una de las formaciones resultantes de la obra maestra de Alan Parker, The Stars from The Commitments, mientras que este otro fue mucho más personal y auténtico. ¡Gracias, Maria!
¡Mi DVD de Los Commitments autografiado por Maria Doyle!
Preguntas a Maria
Estas son algunas de las preguntas que los asistentes al coloquio tras la proyección de Los Commitments le hicimos a la actriz Maria Doyle Kennedy. Las reproduzco aquí esperando que puedan ser de interés tanto para los fans de la actriz como para aquellos que compartan mi pasión por el insigne film de Alan Parker:
-Sobre Johnny Murphy (Joey “El Labios”) comentó que no está muy bien de salud últimamente. Que es un hombre encantador y era el único de la banda con formación teatral y que había actuado en películas, aunque por el contrario era también el único que no era músico y no tocaba la famosa trompeta “Gina”
-Sobre si prefiere cantar o actuar, eligió lo primero. Dijo que actuar es ponerse en la piel de otras personas y vivirlo sin tener que pagar las consecuencias, pero que con la música ella y su marido expresan lo que ven, lo que sienten y les rodea, y es por ello más personal.
-Preguntada sobre su formación artística, Maria confesó que es autodidacta: de joven siempre estaba cantando, hasta el punto de que su madre podía distinguir su estado de ánimo en función de lo mucho o poco que la oyera cantar por la casa. A partir de Los Commitments se empezó a interesar por la interpretación, y de esta disciplina dice haber aprendido mucho sobre todo observando a sus colegas. Dijo también que no había papel pequeño o grande, sino actores pequeños. Recientemente tuvo el placer de trabajar con Glenn Close en la película Albert Nobbs.
-Sobre la imagen de una Irlanda pobre que destila Los Commitmens, Maria dijo que, efectivamente, su país salía entonces de una recesión (y está ahora en otra), pero que parte de esta imagen está buscada ex profeso para el film y es por lo tanto artificial.
-¿Por qué salen tantos caballos en Los Commitments? Probablemente porque a Alan Parker le gustan estos animales.
Maria con dos miembros del Petit Festival (Foto: Mira)
-¿Qué tal se llevaban los miembros del reparto durante el rodaje? ¿Han seguido en contacto posteriormente? Maria comentó medio en broma que se llevaban igual que en la película, que igual se iban juntos a tomar una cerveza, que luego no se hablaban, que luego volvían a ser amigos. Todos los componentes de la banda cobraron lo mismo y tenían idénticos privilegios, como un pequeño camerino para cada uno. Posteriormente ha seguido en contacto sobre todo con sus compañeras Angeline Ball y Bronagh Gallagher.
 -De los muchos grandes recuerdos del rodaje del film de Alan Parker destacó cuando, para el concierto final, el director les preguntó si conocían a gente que quisiera salir de extras en la secuencia. Naturalmente, todos los actores trajeron a sus familiares y amigos (que además cobraron por los dos días de trabajo), y que es para ella una alegría volver a ver a los suyos siempre que revisita la cinta.
-En los conciertos de la película –informó la actriz– se grabaron en vivo las voces, y los instrumentos se añadieron en estudio.
-El mayor de los cuatro hijos del matrimonio les insistió a sus padres durante mucho tiempo para ver Los Commitments, pues todos sus amigos y primos lo habían hecho. El matrimonio estaba preocupado por las alusiones a las drogas en el film y otros elementos que no consideraban adecuados para un niño. Cuando el pequeño por fin se salió con la suya, lo que más le chocó fue la escena en que su madre besa a Johnny Murphy, sobre la que le preguntó “¿Cómo pudiste besar a ese hombre?”.
-El matrimonio Kennedy es un enamorado de España, y llevan viniendo aquí siete años, especialmente por Andalucía. Dos de los hijos de Maria y Kieran, Daniel y Salvador, tienen nombres españoles. La pareja también ha estado de vacaciones en Italia, pero dice preferir nuestro país por el talante amistoso de sus habitantes y por lo que les gusta a estos reunirse para estar con los amigos y familiares.
-Preguntada sobre si considera que ha alcanzado sus expectativas artísticas, dijo que no, que lo estaría cuando pudiera encontrar la “canción perfecta” que la satisficiera definitivamente.
-A pesar del ambiente de pobreza de Los Commitments, hay una imagen de entusiasmo y energía en el film, con toda esa gente motivada por tocar y cantar. Maria comentó que, efectivamente, Irlanda es así, hay mucha afición a la música y a la gente le gusta reunirse con los suyos y tocar y pasárselo bien aún a pesar de las adversidades.

Más sobre Los Commitments aquí.

viernes, 16 de septiembre de 2011

¡Felicidades a Lauren Bacall!

Una de las grandes, grandísimas divas de la Historia del Cine celebra hoy su longeva edad: Betty Joan Perske, más conocida en la pantalla como Lauren Bacall, cumple 87 añazos. ¡Que gran placer y privilegio es para mí compartir este mundo con una estrella de su talla y que, además, sigue deleitándonos con sus interpretaciones! ¿Qué hace falta decir de un mito como “la flaca”? ¿Es necesario mencionar su larga y excelente filmografía? ¿O su peculiar belleza? Solamente las cuatro películas que realizó con su marido, el legendario Humphrey Bogart (Tener y no tener, El sueño eterno, La senda tenebrosa y Cayo Largo), son suficientes para conseguirle un puesto de honor en el firmamento del celuloide. Tenemos, no obstante, otras sesenta y pico intervenciones suyas que disfrutar durante sus siete décadas de excepcional carrera artística. ¡Felicidades, Lauren!

lunes, 12 de septiembre de 2011

...y Andy Whitfield

Parece que los disgustos nunca vienen solos: el mismo día que nos dejaba Cliff Robertson, ayer domingo 11 de septiembre, fallecía también Andy Whitfield. Y, si duele que nos abandone un veterano actor clásico, más triste es ver que nos deja un intérprete joven que apenas estaba comenzando su carrera. Este galés afincado en Australia y nacido un 17 de julio de 1972 llevaba poco más de seis años en el campo de la actuación profesional tras pasar primero por el del modelaje. No fue hasta que recayó en él el rol del personaje que daba título a la serie Espartaco: Sangre y arena que su rostro y su nombre captaron la atención de los televidentes mundiales. Los trece episodios cosecharon tal éxito que rápidamente se comenzó a preparar una segunda temporada, pero en este momento se descubrió que Whitfield padecía un linfoma. Mientras se sometía a un tratamiento que aparentemente progresaba bien, se realizó una precuela de la serie: Espartaco: Dioses de la arena, pero, finalmente, el cáncer de Andy volvió a cobrar fuerza y venció finalmente a este bravo guerrero que había derrotado a tantos temibles gladiadores en la ficción televisiva. Liam McIntyre le sustituirá en las futuras continuaciones de la serie. Personalmente acabé viéndola, con el tradicional retraso con que hago casi todo, después de que varios amigos me la recomendaran (ya he comentado más de una vez que no soy muy aficionado a la pequeña pantalla), y la disfruté tanto que devoré sus trece capítulos en cinco días. Que pena que ya no volveremos a ver a Andy en ella…

domingo, 11 de septiembre de 2011

Cliff Robertson

Curiosamente ayer leía en www.imdb.com que el veterano actor estadounidense Cliff Robertson cumplía 88 años, y un día después me encuentro con que nos ha dejado. Aunque no estuve nunca especialmente interesado en su carrera, le recuerdo sobre todo de Charly, de 1968, su único Óscar, aunque también le vi en otras películas como Picnic, La brigada del diablo, La batalla de Midway (participó en muchas cintas bélicas), Los tres días del cóndor, Class, Proyecto Brainstorm, 2013: Rescate en L.A. y, por supuesto, como el Tío Ben Parker en la trilogía de Spiderman de Sam Raimi, donde el director nos relató mil variantes de la muerte de su personaje en cada entrega. De algunos otros trabajos clásicos suyos como Patrullero PT.109 –en donde da vida a John F. Kennedy–, Mil caras tiene el amor, La batalla del Mar del Coral o Mujeres en Venecia no tengo la clara constancia de haberlos visto, aunque la mayoría creo que sí. Demasiadas películas en mi memoria… En fin, el Hollywood clásico sigue mermando…

martes, 6 de septiembre de 2011

Adiós, VHS

Recientemente he reanudado una tarea que comencé el verano del año pasado y que me vi obligado a interrumpir por circunstancias forzosas. En realidad podría haberla continuado mucho antes: no es una faena complicada, dura o difícil en un sentido físico, siquiera intelectual; se me hace cuesta arriba, como tantas otras veces, en un sentido sentimental: se trata de deshacerme de gran parte de mi colección de vídeos VHS, cerca de trescientos que, a razón de una media de dos películas por cinta, hacen pues más de medio millar de largometrajes, casi todos meticulosamente grabados y celosamente atesorados a lo largo de más de una docena de años… La realidad se impone, sin embargo: el formato de grabación en cinta magnética ha quedado obsoleto y otras tecnologías superiores lo han relevado; no tiene mucho sentido conservar tal cantidad de vídeo-cassettes, más aún cuando el espacio del que dispongo es limitado: hay que hacer sitio para mi creciente colección de DVDs, que ya supera en número a la de sus antecesores, sólo que ocupando bastante menos sitio.

Los dos vídeos de los que dispongo en la actualidad, comprados
hace una década y prácticamente sin haber sido usados
El magnetoscopio doméstico, popularmente conocido como “vídeo”, llegó a mi hogar con cierta tardanza, principalmente debido a la reticencia paterna: no sería hasta diciembre de 1989 cuando en mi casa se adquirió por fin uno de la marca Hitachi. Hasta entonces me había tenido que valer de familiares y amigos cuando deseaba ver una película en VHS. Recibí el vídeo y la posibilidad que me daba de grabarme largometrajes y conservarlos con gran entusiasmo: al principio me compraba cintas de 4 horas que llenaba de películas, ya que mi aparato tenía dos velocidades, “SP” y “LP”, y con la segunda opción podía albergar hasta cuatro largometrajes por cinta a cambio de un merma de calidad supuestamente ínfima. Con el tiempo decidí no abusar del “LP” y de las cintas tan largas –que me aseguraron reducían la vida del vídeo– y acabé estandarizando las cintas de tres horas, en las que grababa una película a velocidad normal (usualmente, la que más me gustaba) y otra a velocidad lenta. También fui volviéndome algo más selectivo al elegir títulos cuando vi que las cassettes empezaban a saturar mis estantes, ya que al principio registraba en formato magnético cualquier film que creyera digno de conservar en él aunque sólo fuera por su valor artístico. En aquellos tiempos todavía era habitual encontrar buenas y variadas películas de todas las épocas en la televisión. Incluso tengo algunas sin mosca y con los títulos de crédito completos, algo que luego desapareció de las emisiones televisivas.

Siempre que podía y estaba en casa –las más de las veces– supervisaba toda la grabación de la película, eliminando anuncios y vigilando ávidamente las interrupciones y continuaciones del film que éstos provocaban. Después me procuraba una caja de plástico para guardar la cinta y, si podía, recortaba pequeños pósters y reseñas de las revistas para ponerlas en su exterior. Con el tiempo llegué a comprar carátulas completas de esas que vendían en quioscos y tiendas de cine. Por supuesto, también me procuré no pocas películas originales. Poco a poco, fui engrosando mi colección de cintas VHS, de las que me enorgullecía y de la que hasta llegué a redactar un listado detallado con su contenido (también las tenía numeradas). Mis estanterías fueron llenándose y cediendo bajo el peso de todos estos volúmenes magnéticos…

En el año 2000 se hizo obvio que mi ya veterano vídeo no daba más de sí: tras pasar en varias ocasiones por las manos de varios “técnicos” para que lo repararan y estos compitieran entre sí por su ineptitud (uno de ellos ni siquiera conocía la diferencia entre SP y LP) decidimos jubilar el viejo Hitachi y adquirir un Sony. El Hitachi fue a parar a mi casa de Altura, donde creo que nunca o casi nunca se llegó a poner. Este pasado mes de junio, cuando dejamos la casa, se quedó allí aquel aparato que tan buenos ratos me hizo pasar y que, por cierto, era un vídeo completísimo con muchísimas opciones, como la de poner títulos a las cintas. En 2001 me compré yo mismo un vídeo JVC sencillito para poder copiarme películas con el Sony, y también compré una de esas conexiones que anulaban el famoso “anti-copy”. No llegué a usar mucho nada de esto: a esas alturas ya había aparecido el formato DVD, que en un principio no me convenció porque sólo sacaban películas recientes que, al fin y al cabo, acababa de ver en el cine. Hacia marzo de 2002 adquirí una Playstation 2 que me daba acceso a estas nuevas películas en disco versátil digital, y poco a poco fui convenciéndome de la tremenda calidad que éste daba y empecé a coleccionar DVDs, al principio bastante caros pero poco a poco más asequibles al bolsillo popular. Paulatina y lógicamente, fui abandonando el VHS, de manera que el vídeo JVC que compré apenas ha sido usado y el Sony poco más: en mi salita están los dos con unos cuantos años encima, pero prácticamente sin haber estado en marcha. En el momento de comprarlos también había abandonado bastante la práctica de grabar películas de la tele por dos razones: una, porque infinidad de pequeñas emisoras “de pueblo” me interferían la señal, provocando veladuras y “sombras” en las grabaciones, dos, porque la calidad de las emisiones televisivas era cada vez más lamentable: ya casi no se emitían películas clásicas, las interrupciones publicitarias eran cada vez más continuas, odiosas y tediosas, y hasta en mitad de la película las cadenas insertaban pequeños carteles anunciando su programación. Con el tiempo, dejé de ver la emisión televisiva en su totalidad, y hoy en día sólo me valgo del reproductor de DVD y, todo lo más, veo alguna serie bajada de internet, pero me niego a seguir viendo la pésima televisión de hoy en día y a que no me dejen disfrutar en paz de una película.

Docenas de cintas esperan mi decisión...
Y, con esto, acabamos volviendo al principio: estoy ahora en la encrucijada de tener que retirar mi vieja colección de cintas VHS: no tengo sitio, muchas de las películas que grabé en ellas las tengo ahora en formato DVD (aunque algunas no han salido en él), y otras han perdido bastante calidad con los años. Aunque soy, como he dicho, un enamorado del DVD (mucho más del cine en pantalla grande, ni qué decir tiene) me duele tener que deshacerme de algo que atesoré durante años, que coleccioné con afán, cariño y dedicación, pero hay que adaptarse a los tiempos. Ahora sólo falta que, con el advenimiento del Blu-Ray, nos hagan también tirar cientos de DVDs a la basura, y después los Blu-Rays con el formato que quieran vendernos de aquí unos pocos años… Por cierto, tengo lector de Blu-Ray desde 2008, pero sólo una película en este formato y porque te obligaban a comprarla junto al DVD (es Cisne negro). Hasta ahora no me había interesado por él debido a su alto precio y a que, hasta recientemente, tampoco tenía una televisión HD y no hubiera podido sacarle partido. Esperemos, de todas maneras, que todavía nos dejen disfrutar un tiempo del formato más popular de la actualidad en esta era de vorágine tecnológica en la que se empeñan en querer hacernos creer que se puede disfrutar de una película en casa igual que se hace en el cine. Por suerte o por desgracia, eso no ocurrirá hasta que tengamos pantallas de muchos metros de longitud en nuestras salas de estar, cosa que creo que es imposible en los hogares normales. Qué demonios: el Cine es el Cine. Siempre defenderé que los formatos domésticos, tengan las siglas que tengan, deben estar al servicio de éste, como apoyo y complemento, jamás sustituirlo…