"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

sábado, 30 de julio de 2011

Las luces del puerto (Selección veraniega, 2)

La historia retoma el tema más recurrido y, sin embargo, más efectivo de la música popular, el amor: dos enamorados que se separan con el corazón roto. Ella se va en el barco, él se queda en la orilla observando las luces del puerto… Una sencilla canción cuya melodía remite inequívocamente a la música hawaiana, la sensual voz de un muchacho de 19 años llamado Elvis Presley a la que se unen los acordes de su guitarra acústica, la inspirada guitarra eléctrica de Scotty Moore creando un bellísimo y genial acompañamiento, y el contrabajo de Bill Black aportando solidez y consistencia….

Memphis, Tennesse, EE.UU. Lunes, 5 de julio de 1954. A instancias del productor discográfico Sam Phillips, Moore y Black se han unido a un peculiar y novel cantante que quiere abrirse camino en el mundillo de la música. Pasan ese y el siguiente día en el estudio Sun Records experimentando con diferentes canciones y estilos hasta que dan con un tema que satisface a Phillips y que se convertirá en el primer disco publicado del trío: That’s All Right, Mama. Pero, para llegar a este futuro hit, el grupo ha tenido que tantear muchos otros candidatos: Presley está empeñado en cantar baladas e imitar a sus ídolos crooners, pese a que Sam busca algo con más ritmo, y así, una de las canciones con las que flirtean los muchachos es el estándar Harbor Lights, que data de casi veinte años atrás, cuando fue grabado por primera vez por Frances Langford. Muchísimas otras versiones de la composición de Hugh Williams y de Jimmy Kennedy seguirían haciéndose antes y después de la Presley.

Sam Phillips la desestima; no es el sonido que busca, así que la grabación –en realidad casi una demo, concebida más como una prueba que con la intención de que sea publicada– permanecerá dos décadas inédita. Consta en las crónicas, pues, como el primer trabajo registrado más o menos profesional de Elvis Presley, y personalmente es uno de mis temas favoritos del artista, simple y rústico como pueda sonarle a muchos. Ya sé que no habla exactamente del verano, pero se grabó en verano, recuerdo haberla tocado un verano en un concierto homenaje a Elvis, aparece el mar y, vaya, Hawaii es un estado que, por su situación geográfica y clima, parece estar perpetuamente en verano, así que la incluyo en esta selección estival…

Una mañana con Paul Naschy

No sería justo ni sincero por mi parte declararme un gran admirador de Paul Naschy y, sin embargo, sí que siento una estima especial por él y por su leyenda, por su loable esfuerzo y por su labor como adalid del fantástico nacional quizás incluso antes que como actor o director, facetas en las que considero que no fue sobresaliente. Hace ya más de año y medio que el emblemático hombre lobo español nos dejó víctima de un cáncer de páncreas, pero estaba esperando a poder ver la segunda parte de La herencia Valdemar, La sombra prohibida, para sacar a colación la figura de este entrañable intérprete. La película pasó tan rápidamente por los cines de mi provincia que no tuve tiempo de verla en pantalla grande (como sí hice con su antecesora), y no ha sido hasta esta semana que he podido rescatarla en DVD (soy de esos antiguos que todavía van a vídeo-clubes, ya veis).

Paul Naschy, o Jacinto Molina (Madrid, 6 de septiembre de 1934 – Madrid, 30 de noviembre de 2009) ha sido una presencia constante a lo largo de mi vida. El primer recuerdo que tengo de él es ver su nombre y su rostro en el póster de Dr. Jekyll y el hombre lobo. Un viejo y entrañable cine de mi localidad, cerrado ya hace mucho, anunciaba su programación a lo largo de varios puntos del pueblo, y en una pared de un edificio junto al que pasaba de camino al colegio observé el cartel de la película por primera vez. Aunque por entonces acudía muchos fines de semana a dicha sala cinematográfica (el “Cine del Padre Jaime”), por aquellas fechas todavía no veía filmes de terror. Pocos años después, rebuscando cómics en una de las paradas del mercado local, di con varios ejemplares ya algo anticuados de la edición española de Famous Monsters of Filmland, que adquirí. Por entonces ya había comenzado mi ¿insano? interés por los monstruos y el género mácabro, y entre las páginas de esta revista pude encontrar reseñas de varias películas de Naschy, una de ellas, El espanto surge de la tumba. En el cine concretamente no recuerdo haber visto demasiadas películas suyas, siendo posiblemente La bestia y la espada mágica mi primer contacto con la imagen en movimiento de Paul Naschy. Posteriormente ampliaría mi cultura cinematográfica con cintas de VHS, películas por televisión (La noche de Walpurgis fue una de las que más me gustó, creo que dentro del espacio Alucine) y, más recientemente, DVDs. En pantalla grande vería a Paul posteriormente solamente en La gran vida y en la ya mencionada La herencia Valdemar. Como ya he admitido al principio de este homenaje, no me considero un incondicional ni un forofo de la filmografía del actor, pese a profesarle un gran respeto a su persona.

En el año 2000 tuve ocasión de conocer a Paul Naschy en Madrid durante un breve encuentro, y que es el principal motivo que me ha llevado a redactar esta entrada. La razón de esta entrevista hemos de buscarla en mi afición al modelismo, algo que ya he contado en el artículo de abril Una de maquetas (véase) y que ampliaré en breve con su segunda y última parte. Precisamente en esta continuación explico cómo me impliqué en el mundillo de los kits de garaje y cómo participé en la creación del fanzine dedicado a la temática Fantplastic. A través de dicha publicación tuve ocasión de conocer a un montón de gente encantadora que compartía conmigo esta pasión por las miniaturas y maquetas, y una de estas personas fue el escultor catalán José Orrego. A lo largo de varias conversaciones con él surgió la idea de crear una serie de figuras dedicadas a personajes y actores del cine fantástico español, y la primera de todas nos pareció justo que estuviese dedicada, claro está, a Paul Naschy. Puestos en contacto telefónico con él gracias a un amigo, le conté nuestra idea, le pareció bien, y amablemente nos autorizó a crear la escultura. (Recuerdo también que le mandé alguna revista americana para que conociera la temática). Elegimos, cómo no, al personaje del Waldemar Daninsky, y en concreto decidimos basarnos en la caracterización del actor para la película de 1996 Licántropo. José se puso manos a la obra y dio forma a un busto a escala 1/4 aproximadamente que se reproduciría en una edición limitada en resina. Terminado éste, y satisfechos con el esforzado trabajo de esculpido, nos dispusimos a enseñárselo a Naschy para que diera su visto bueno.

Concerté con él un encuentro en Madrid, en una céntrica y conocida calle de la ciudad. Nunca he sabido si era su casa o su oficina, aunque me inclino por lo primero pero, en cualquier caso, no creo conveniente hacerla pública. A mediados de 2000 cogí el tren a la capital de España, a la que llegué tras un viaje de unas 4 horas. De la estación tomé un taxi a la dirección de Naschy y, como llegué un poco antes de la hora convenida (creo que sobre las 10 o las 11 de la mañana) hice un poco de tiempo observando los escaparates de una librería cercana. Llegado el momento, entré en la vieja finca y llamé a la puerta del actor. Me abrió una señora –no sé si su esposa o una asistenta– y casi seguido salió el propio Paul Naschy. Era tal cual se le podía ver en las fotos y películas, no había una diferencia notable pese a la falta de maquillaje o iluminación: bajito, ancho de espaldas, con unos ojos negros muy vivos e inteligentes… Me dio la mano y me hizo pasar a un despacho a la izquierda de la entrada. Allí le enseñé el busto que traía para él –y que había pintado rápidamente– y pareció complacido con el resultado. Hablamos sobre el mundo del modelismo fantástico, sobre nuestro fanzine y otras cosas. Recuerdo que me dijo, al mencionarle la difícil situación  del hobby en nuestro país, algo así como que ser pionero en cualquier cosa siempre tenía esas dificultades. Él lo debía saber muy bien. En un momento dado bajamos al bar que había abajo, donde me invitó a una bebida. Recuerdo también que allí le pregunté si seguía yendo al gimnasio, a lo que me respondió que sí pero con moderación (recordemos que entonces ya estaba operado del corazón). De vuelta a su casa me habló sobre un nuevo proyecto con Waldemar Daninsky que estaría ambientado o tendría relación con el Antiguo Egipto y con el que quería cerrar el ciclo de su mítico hombre lobo, así como de su participación en La gran vida. También le pregunté por su perro Lon, que aparecía en su autobiografía, y me dijo que lo habían tenido que dar porque era muy malo y mordía a la gente. En un momento dado apareció uno de sus hijos –no recuerdo cuál de los dos– al que me presentó. También le comenté la idea de hacer una nueva figura, esta vez basada en otro de sus más conocidos personajes, Alaric de Marnac, y Naschy estuvo de acuerdo una vez más.

El busto de Paul Naschy en la portada del
nº 4 de Fantplastic
La entrevista tocaba su fin. Pese a que en un principio Paul me había comentado que iríamos a comer, un compromiso impidió que esto se hiciera posible, con lo cual hube de re-planificar mi estancia en Madrid. Le pedí que me firmara algunas fotos suyas para varios amigos y, en mi caso concreto, le pedí que me dedicara su libro Memorias de un Hombre Lobo. Antes de despedirme de él recuerdo que le comenté que no conocía Madrid y él me dijo que “era muy bonito” y que debía visitarlo con más tranquilidad. Tras el taxi de rigor, regresé a la estación de Atocha y cambié el billete de ida por uno para un tren que saliera más temprano, lo que implicó una diferencia de precio que hube de abonar. Compré un bocadillo en un bar y no recuerdo si me lo comí en la misma estación o ya en el tren. A eso de las 5 o las 6 de la tarde estaba ya de regreso en Valencia.

A veces he oído comentarios negativos sobre el carácter y la personalidad de Paul Naschy, pero durante el poco tiempo que yo le traté nada de esto apareció. Conmigo fue una persona amable, educada, sencilla y accesible. Aún hubo algunas llamadas telefónicas más después del encuentro, entre otras cosas para solicitarnos que le enviáramos más bustos para entregar a diversas personas relacionadas profesionalmente con Naschy. (También recuerdo que visitó los platós de Canal 9 para participar en Tómbola durante el breve período en que trabajé allí, pero no tuve noticia de ello hasta días después. Probablemente llegamos a estar a pocos metros de distancia, una pena...) El mismo José Orrego tuvo ocasión de hablar con él algún tiempo después en Sitges. Por desgracia, tanto el proyecto de la serie de figuras de cine fantástico español como la de Alaric de Marnac en concreto no prosperaron. El busto Licántropo queda pues como una pieza insólita dentro del modelismo español, realizada tan sólo a partir de una fotografía y de una copia en VHS de la película en la que se inspira (internet existía entonces, pero no era tan accesible). Para mí es sinceramente la obra maestra del modelismo de garaje español, ya no tanto por la ejecución del esculpido –que me parece notable– sino, sobre todo, porque el kit de garaje tiene una cualidad intrínseca e indeslindable –que muchos artistas patrios no han sabido ver– que es la misma esencia en la que se inspira: el cine fantástico clásico. Si en EE.UU. encontramos a menudo efigies en miniatura de Karloff, Lugosi o Chaney entre otros, ¿quién mejor que Paul Naschy para representar la vertiente española de esta afición?

Una última nota para terminar este recuerdo personal con Paul: y es que, en el año 2002, cuando nuestra revista Fantplastic decidió entregar un premio exclusivo a la obra fantástica más original del certamen valenciano de la Asociación Modelista de Torrente, lo hizo eligiendo, a sugerencia del director del evento, una versión bañada en bronce del busto de José Orrego. La pieza fue también portada de nuestro nº4.

domingo, 17 de julio de 2011

75 años

Bombardeo de Guernica, 1937
Hace hoy setenta y cinco años se iniciaba uno de los episodios más tristes y detestables de la historia de este país: la Guerra Civil Española. No me detendré a identificar a “buenos” y “malos” de este conflicto porque, aunque por supuesto tengo mi postura con respecto a él, es posible que en una guerra no haya ni lo uno ni lo otro, o todos sean buenos, o todos sean malos, o simplemente dependa del punto de vista. Al final, el resultado de una contienda bélica es siempre el mismo: el pueblo sufre y muere y paga las consecuencias de las decisiones de sus dirigentes durante mucho tiempo, los listos y aprovechados se enriquecen y posicionan, y las naciones afectadas –incluso las vencedoras– ven su progreso retraerse y su avance económico, social y cultural congelarse durante años. Me gustaría poder decir que, después de tantísimas décadas, estamos más civilizados, pero soy pesimista con respecto a ello: ahí tenemos los interminables conflictos de Oriente Medio, el más reciente de Libia o incluso otros en países supuestamente más avanzados como Georgia hace apenas un par de años. Y todos ellos respaldados por las grandes –y menos grandes– potencias mundiales bajo la endeble excusa de la libertad y la democracia y otras memeces similares.

Ojalá llegue el día en que los seres humanos podamos resolver nuestras diferencias políticas, religiosas, ideológicas, etc, mediante el diálogo, el respeto y el acuerdo, y no con la fuerza bruta. Será el día en que podremos decir que somos verdaderamente eso: hombres, y no animales. Que no vuelva a suceder nunca, ni aquí ni en ningún otro sitio, lo que sucedió aquel 17 de julio, lejano ya en la Historia, pero cercano en los corazones de muchas personas…

“La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran.” (Paul Valéry)

Mar solitario (Selección veraniega, 1)

Se tienda a identificar la música de los Beach Boys con canciones de fiestas playeras y de diversión surfista, con música desenfadada, inofensiva, ingenua y hasta nimia, pero entre las filas de este grupo californiano, o más concretamente a la cabeza de él, se escondían el espíritu inquieto y el alma desasosegada de un genio de la música del siglo XX, Brian Wilson, y entre el muchísimo material que escribió para la banda que compartía con sus hermanos, primo y amigos se encontraba este escalofrío titulado The Lonely Sea, que apareció en la cara A del LP Surfin'  USA en 1963... Seguramente no encontraréis la playa vacía por estas fechas del año, pero bueno, siempre se puede acudir a la figura de la alegoría para interpretar el significado de esta canción, ¿no?