"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

jueves, 28 de julio de 2016

Stranger Things

Dicen algunos que la nostalgia es mala y traicionera, pero lo que está claro es que este agridulce sentimiento es también un poderoso instrumento de marketing. No es nada nuevo, y empresas como las discográficas –por poner un ejemplo– lo aprovechan continuamente para volver a poner a la venta referencias y productos de otras épocas. En estos nuestros tiempos actuales, lo que parece que está llegando es una tendencia a la “nostalgia ochentera” centrada sobre todo en el cine, la televisión y la literatura de aquella penúltima década del siglo pasado –la vertiente musical ya fue revivida mucho tiempo atrás con el famoso remember–. Prueba de esta afirmación son películas como Súper 8 de 2011, la novela Ready Player One del mismo año, o la más reciente serie para la pequeña pantalla Stranger Things, objeto de esta reseña.

Creada y dirigida por los hermanos Matt y Ross Duffer y distribuida por Netflix, consta de ocho episodios de 50 minutos y tiene entre sus más renombrados protagonistas a Winona Ryder y a Mathew Modine, secundados por un buen elenco de jóvenes actores. ¿La trama? Un pequeño pueblo de Indiana en 1983 en el cual comienzan a sucederse desapariciones y hechos insólitos en los que se verán inmersos una pandilla de muchachos y sus amigos y parientes cercanos. ¿El gancho? Como he dicho, el irresistible reclamo que tiene la época para los que fuimos mozalbetes en ella merced a sus interminables referencias –directas o indirectas– a muchas de las películas y novelas fantásticas, de terror y de aventuras de las que disfrutamos entonces: Los Goonies, Cuenta conmigo, La guerra de las galaxias, Poltergeists, E.T., Encuentros en la tercera fase, La cosa, Posesión infernal, los libros de Stephen King, las partiditas a juegos de mesa con los amigos (en Stranger Things tiene gran protagonismo el clásico de rol Dungeons & Dragons), etc, etc, etc.

Sin querer adelantar ni contar mucho más sobre la serie, decir que sencillamente la recomiendo a todos aquellos que, como yo, fueron –¡y seguimos siendo! – jóvenes soñadores en la década en la que se ambienta. A mí me ha enganchado, me ha resultado emocionante y me ha satisfecho. Es también autoconclusiva –más o menos: parece que va a haber una segunda temporada– y en ese sentido la historia está bien hilvanada, es compacta y no deja cabos sueltos. Os propongo, sugiero y animo a este viaje nostálgico catódico que seguramente os hará soltar alguna lagrimita o, quizás mejor, hará asomar algún amago de sonrisa en vuestro rostro al recordar aquellos tiempos más inocentes y ya lejanos…

domingo, 17 de julio de 2016

80 años del comienzo de la Guerra Civil Española

Hoy hace exactamente ocho décadas, los generales Mola, Sanjurjo y Franco tuvieron a bien liarla parda y sumir a su país en guerra durante 3 años y en la miseria social, económica y cultural durante muchísimos más con tal de poder imponer en él sus ideas y su modus vivendi. Las consecuencias de tan loable propósito aún siguen dando fuertes coletazos en España después de todo este tiempo. Triste y verdaderamente duradero ha sido el legado de este trío infame…

Las generaciones que vivieron el conflicto bélico, lógica y desgraciadamente, están desapareciendo. Sólo un 8% de la población española actual (3,7 millones de personas) vivía en aquellos penosos años, como bien informa El Diario en este gráfico. Las que quedan son ya personas muy mayores que han alcanzado una edad prodigiosa, como es el caso de la miliciana Maricuela o del brigadista José Almúdever, al que tuve el placer de conocer hace un par de años. Este mismo año fallecía mi estimado profesor de EGB José Luis Briz, que en la escuela, y más recientemente a través de internet, nos ilustró a menudo con muchas de sus vivencias personales en aquel período. Pronto no quedará ya nadie que nos pueda hablar de primera mano de la Guerra Civil...

Sanjurjo, Franco, Mola: trío infame

domingo, 10 de julio de 2016

Chaplin

Charles Chaplin ha ocupado buena parte de mi tiempo libre en las últimas semanas. Aunque es un director al que admiro desde hace muchísimos años, todavía no había abordado la lectura de ninguna biografía larga del genio londinense. Este descuido quedó compensado cuando, hace poco tiempo, encontré en la librería de mi barrio el libro que el escritor Peter Ackroyd le había dedicado (editado originalmente en 2014 y, en nuestro país, por Edhasa este mismo año). No tenía ninguna referencia de la obra, pero me pareció una buena excusa para profundizar al menos un poco (pues no es un homenaje excesivamente extenso) en la vida del célebre Charlot. Siempre se aprende algo de cualquier trabajo de este tipo, a no ser que sea muy poco profesional. El de Ackroyd es un libro que presta especial atención, sobre todo, a los primeros años de Chaplin en el cine; de hecho, el actor británico realizó la gran mayoría de su obra antes de cumplir los 30, esparciéndose cada vez más sus posteriores películas.

Entre las cosas que desconocía o conocía menos de Chaplin, he quedado sorprendido por lo mujeriego que era y la suerte que tenía con el género femenino y, sobre todo, de saber lo inmensamente popular que fue a lo largo de todo el mundo desde que comenzara a hacer cortos en Hollywood ya en los años diez; en mi ignorancia siempre pensé que su fama había llegado algo después, con los largometrajes. Menos me sorprende saber que era un maniático perfeccionista bastante tirano en los rodajes con sus trabajadores.

Aprovecho también la excusa de la lectura de este libro para terminar el ciclo de sus películas que comencé el pasado año: si en aquella ocasión me centré en las sonoras, en esta ocasión abordo las de larga duración mudas. Con la excepción de la tercera –que no recuerdo haber visto antes– he disfrutado de todas ellas en varias ocasiones a lo largo de mi vida:

1920 El chico
1923 Una mujer de París                            
1925 La quimera del oro              
1928 El circo
1931 Luces de la ciudad
1936 Tiempos modernos


Para rematar esta “vorágine chapliniana”, revisiono también la película que sobre la vida del artista hiciera Richard Attenborough en 1992, Chaplin, y la de Peter Bogdanovich de 2001 El maullido del gato, basada en el suceso del yate Oneida en el que nuestro homenajeado estuvo implicado. Robert Downey, Jr. y Eddie Izzard le dan vida, respectivamente, en estas dos películas.

Mi gran deuda pendiente con Chaplin sigue siendo la gran mayoría de cortometrajes que realizó entre 1914 y 1923, de los que sólo he visto unos pocos y hace varias décadas. Lo apunto en tareas pendientes.