"Un hombre que limita sus intereses limita su vida" (Vincent Price)

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Biopics

Sin proponérmelo ni de manera consciente, en estas dos últimas semanas han coincidido entre mis películas visionadas nada menos que 5 biopics. No es que sea especialmente forofo de esta modalidad cinematográfica, pero la verdad es que sí que me suelen gustar las películas –y libros– que nos cuentan la trayectoria vital de personajes célebres o, al menos, curiosos o peculiares. Con la perspectiva del tiempo y de la historia, la vida de otras personas se ve de una manera especial. En contraste con nuestras normalmente más monótonas y anodinas existencias, da a veces la impresión de que las de estos personajes fueron extraordinarias o especialmente significativas, aunque en realidad puedan no haberlo sido, al menos para ellas mismas. Supongo que sólo los años y una visión de conjunto de esas biografías, y el conocer su posible trascendencia posterior es lo que las hace atractivas y, claro, dignas de ser llevadas al cine o a la televisión.

De Hank Williams se puede decir que fue el “primer chico malo del rock” incluso a pesar de que cuando este cantante estadounidense triunfaba, dicho estilo no existía oficialmente (algunos señalan su Move It On Over como una de las primeras canciones rockabilly). Fue en el campo del country (¿pillan el juego de palabras?) donde este oriundo de Alabama triunfó entre 1947 y 1952, antes de fallecer a la temprana edad de 29 años debido al exceso de alcohol, fármacos y, en general, a causa de una vida bastante descontrolada. En ese sentido, se adelantó a los Morrisons, Joplins, Hendrixes y Scotts que vendrían años después. Como siempre, su muerte cuando estaba en lo más alto artísticamente le inmortalizó y hoy en día es considerado el padre del country moderno más allá de toda discusión.

Es precisamente en los dos últimos días de vida de Williams en los que se centra The Last Ride, largometraje de Harry Thomason cuyo estreno en pantalla grande he esperado durante más de un año (¡iluso de mí!) y al que al fin accedo con un método que me disgusta tanto como es la descarga internáutica. Henry Thomas (el niño de E.T.) es un correcto y bien caracterizado Hank Williams al que seguimos en viaje por carretera en el que le acompaña un joven chófer (Jesse James) al que el cantante ha contratado para que le lleve a sus actuaciones en Nochevieja y Año Nuevo, y es en la breve relación de estos personajes en los que se centra la película, en la que también interviene Kaley Cuoco, popular actriz sin duda para los aficionados a las series de TV.

Sin salirnos del country seguimos con Ring of Fire, rápida biografía para la pequeña pantalla de la cantante June Carter estrenada el pasado mayo en los EE.UU., coincidiendo con el décimo aniversario de su muerte. En los 90 minutos del telefilm conocemos sus comienzos artísticos desde niña con la Carter Family hasta su matrimonio con Carl Smith y, con más detalle, su relación personal y artística con su tercer y último marido, el mítico Johnny Cash. La también cantante Jewel Kilcher es la encargada de dar vida a la homenajeada, mientras que Matt Ross se pone en la piel de Cash, y ambos me parecen más que correctos en estos papeles que ya interpretaron para la gran pantalla Joaquin Phoenix y Reese Witherspoon en En la cuerda floja en 2005. La breve duración de Ring of Fire –dirigido por Allison Anders– y, posiblemente, su pequeño presupuesto, impiden que logre una especial trascendencia como biopic musical.

Cambio de tercio, y no poco: nada menos que la vida del mariscal alemán Erwin Rommel va a ser la tercera película biográfica que repaso. La música country no es, ni mucho menos, mi única afición: también me apasiona la II Guerra Mundial, y este telefilm dirigido por Niki Stein el pasado año en la patria del legendario militar –y que no lleva más título que su apellido– fue todo un descubrimiento, ya que hemos tenido la suerte de que aparezca en edición española en DVD.

Rommel nos cuenta los últimos meses de vida del célebre estratega, desde que prepara las defensas de Normandía antes del desembarco hasta que es obligado a suicidarse por Hitler, pasando, por descontado, por toda su supuesta y cuestionada relación con los artífices del atentado contra el dictador nazi. Resulta curioso y loable que Alemania afronte sus propios fantasmas y realice trabajos como este, en los que se ve –quizá para decepción del parcial Steven Spielberg– que no todos los soldados del III Reich eran unos ogros ni apoyaban las atrocidades de sus líderes. El reparto –esencialmente germano–, está encabezado por Ulrich Tukur, por supuesto como el propio Rommel. 

Władzio Valentino Liberace o, simplemente, Liberace, como se le conocía en el show business fue un pianista y cantante estadounidense que abarrotó las salas de actuación de su país durante varias décadas entre los años 40 y 80. Es un personaje que me es conocido por mi afición a la música de los 50, pero del que, para ser sincero, apenas conocía nada sobre él. Me llamó la atención este trabajo de  Steven Soderbergh sobre este estrambótico showman que se basa y se centra en los hechos narrados por Scott Thorson en el libro que da título al largometraje, pues el tal Thorson fue el amante del artista durante 6 años entre 1976 y 1982. Liberace escondió su homosexualidad al gran público hasta que su fallecimiento por SIDA a los 67 años la reveló.

Con Behind the Candelabra (Tras el candelabro, ornamento que Liberace solía exhibir sobre su piano), Soderbergh nos transporta a un mundo de lujo y despilfarro en el que no faltan perritos falderos, suntuosos abrigos de pieles, pastillas y drogas varias y cirujanos estéticos (un recuperado e irreconocible Rob Lowe) en el que conocemos la peculiar relación de Liberace y Thorson, al que el primero colmó de regalos y lujos (incluidos coches, joyas y casas) y hasta hizo operarse la cara para que se le pareciese a él. Resulta una película curiosa en la que para mí destacan sus principales protagonistas, ambos muy bien caracterizados y en papeles bastante atípicos en sus respectivas filmografías: Michael Douglas es Liberace, y Matt Damon es Scott Thorson. La película se ha estrenado directamente en televisión.

La última biografía que reseño hoy es la del jugador de béisbol Jackie Robinson, todo un icono y una leyenda en ese deporte que fue el primer jugador de color en formar parte de una liga mayor en los racistas EE.UU. de los años 40, lo que le produjo no pocos problemas y enfrentamientos. Con gran fortaleza y tesón, Robinson consiguió labrarse un nombre en el béisbol y propició que otras personas de su raza se abrieran paso en esta disciplina deportiva.

La vida de este pionero ha sido llevada varias veces al cine, y es el estadounidense Brian Helgeland el que dirige este mismo año 42, el número que llevaba Robinson en su camiseta. La verdad es que no llego a ella por mi inexistente afición al béisbol, sino por mi admiración por Harrison Ford, aquí en el papel secundario de Branch Rickey, el hombre que rompió todos los tabúes al reclutar a Jackie Robinson para los Brooklyn Dodgers (el propio Robinson es interpretado por Chadwick Boseman). Además de disfrutar con la estupenda y atípica caracterización de Harrison, el film se hace bastante entretenido porque centra su trama más en la denuncia del racismo y en la propia lucha de Robinson que en el béisbol propiamente. Ah: este es otro título que tampoco vamos a poder disfrutar en pantalla grande en España; sólo en formato doméstico, lo cual casi parece un lujo hoy en día. Que tiempos más tristes y decepcionantes para los que amamos el cine…

viernes, 13 de septiembre de 2013

Vuelve... ¡El Juego del Cine!

Es un placer informaros una vez más de una nueva edición de la versión española de El Juego del Cine, concretamente la decimotercera. Más placer aún si cabe teniendo en cuenta que en esta ocasión vuelve a estar organizado por mi equipo, Los Fancinerosos, ganadores de la edición anterior y por lo tanto responsables de seguir entreteniendo a los participantes con nuevas propuestas cinematográficas.


Este divertido concurso por y para aficionados consiste de manera muy básica en adivinar películas por medio de fotogramas y extractos sonoros o de vídeo de estas a lo largo de varias semanas, acumular puntos por los aciertos, y acertar más que nadie para ganar, claro. No hay premio en metálico o material: esto se hace por amor al (séptimo) arte, y la recompensa es poder organizar el siguiente certamen.

La nueva edición -a la que hemos bautizado La Bola 13- comienza el próximo 30 de septiembre, y tenéis hasta entonces para apuntaros ya sea como participantes individuales o con otros compañeros formando equipo (recomendable). Para resolver dudas, hacerse una idea general del evento, conocer el reglamento o poder ver ediciones previas, podéis visitar la página oficial: 

lunes, 9 de septiembre de 2013

Riddick

Llegué con cierto retraso a la saga Riddick del director David Twohy y del actor Vin Diesel; no mucho, pero no vi la primera parte, Pitch Black (2000) hasta su edición en VHS. Me pareció una película sencilla, sin excesivas pretensiones, pero entretenida. Sí que vi su continuación, Las crónicas de Riddick (2004), en pantalla grande, y quizá por eso consiguió calarme más. Se había invertido también un mayor presupuesto en ella, lo que la hacía más vistosa, espectacular y variada que la anterior. Hasta le encontré un regustillo a cómic setentero y ochentero en la línea de Moebius, Bilal y compañía. No es que la película pasara a formar parte de mi palmarés cinematográfico, pero me pareció más correcta e interesante que la anterior.


Esperaba con ganas el estreno de la tercera entrega, titulada simplemente Riddick, el pasado viernes, no negaré que principalmente por la inclusión en su plantilla de una de mis actrices fetiche, la normalmente televisiva Katee Sackhoff… Esta vez, no se puede decir que la espera valiera demasiado la pena. Me encuentro con una película muy normalita, del montón, escasamente original, aunque correctamente dirigida y visualmente atractiva. El argumento es el que hemos visto cientos de veces: un grupo de personas acorraladas en un espacio reducido y acosadas por una peligrosa amenaza, normalmente una o varias criaturas alienígenas o sobrenaturales; es una propuesta que siempre parece emocionante pero que muy a menudo acaba decepcionando por lo repetitivo de su final, que apenas tiene variaciones. En esta línea podríamos citar docenas de películas, incluso la primera de la trilogía –de la que casi parece un remake– o ejemplos mucho más ilustres y clásicos como Aliens o El enigma de otro mundo. Los personajes de la cinta pecan también de reiterativos y poco carismáticos: mucho músculo, mucha bravuconería y mucha testosterona y prepotencia que llegan a cansar. Ni siquiera la propia Katee se salva de esto, por muy sexy y tentadora que aparezca en su papel de dura mercenaria. La dimensión sobrehumana, casi invulnerable, del personaje principal no creo que consiga atraer al espectador más maduro y exigente, y el monótono Jordi Mollá no es precisamente uno de los intérpretes cinematográficos que más me atraen (menos mal que al menos no se dobla él mismo), aunque hay que admitir que tiene algún buen momento en la cinta (como sus peleas con Sackhoff) porque no resulta el típico malo duro e imperturbable, sino más bien un malo algo tontaina. En fin, que no tengo muy claro, si hay una cuarta parte de la saga, cuáles serán mis intenciones respecto a ella…

domingo, 8 de septiembre de 2013

La Olimpiada fantasma (¡Afortunadamente¡)

De manera totalmente consciente y voluntaria he dejado de escribir entradas con intencionalidad política en este blog. Pienso que pueden incomodar a los pocos lectores que tengo y causar malestar entre aquellos que tengan una ideología diferente a la mía, y además prefiero escribir sobre cine, música, cultura y entretenimientos que estar haciendo mala sangre hablando sobre la lamentable clase política que nos gobierna desde hace muchos años. Pero hay veces que uno no puede callarse. Hay cosas que indignan tanto que uno estalla; no puede quedarse impasible o evitar poner el grito en el cielo, y es lo que me ha pasado con el asunto de las Olimpiadas. Me parece de una desvergüenza absoluta que, en un país con 6 millones de desempleados, con un 27% de tasa de paro, en un momento en que se nos está pidiendo austeridad y en el que muchas personas no tienen ni para comer, nos estén intentando encantar con una quimera como las Olimpiadas de Madrid 2020. Se está recortando en cosas tan esenciales como sanidad, educación y gestión, cerrando empresas y comercios y realizando EREs en infinidad de sitios ¿y nos dicen que tienen presupuesto para montar algo tan caro como un evento olímpico? ¿Van a dilapidar millones y millones en una fantochada antes que intentar arreglar los muchos problemas del país? Me parece una auténtica tomadura de pelo, una burla de lo más cruel y despiadada y una falta de respeto a todas las personas que estamos en una situación crítica, y una nueva muestra de que la clase gobernante vive en una realidad diferente a la de la clase popular, la mayoritaria en casi todas las naciones. Es absolutamente indignante, y más aún que los siempre manipulados noticiarios y medios de comunicación nos quieran hacer creer que la gente se encuentra decepcionada por la decisión del COI. ¿Qué gente es esa? ¿Los pocos que iban a salir ganando con unos Juegos Olímpicos en España porque sacarían tajada de ellos? ¿O cuatro pobres ignorantes que se quedan encandilados viendo la televisión y aún viven más alienados que los políticos? Así que estoy totalmente de acuerdo con la miembro del COI, Nawal El Moutawakel, en la recomendación a Ana Botella y demás maleantes legales de que "España debe invertir sus recursos económicos en materias más importantes que los JJOO". Parece que desde fuera ven más clara la triste realidad de este país que sus codiciosos, insensibles y aparentemente ciegos dirigentes, y que sus adormecidos y despistados ciudadanos. Me alegro mucho de que no “nos” hayan dado los Juegos y que no se nos humille más al pueblo malgastando ante nuestros ojos montones de dinero cuando muchos no tenemos ni para vivir.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Tierra prometida

Último trabajo estrenado en nuestro país del siempre interesante Gus Van Sant que, bajo la apariencia de un drama ligero con obvio espíritu ecologista, reflexiona sobre el aterrador poder de las grandes corporaciones que, por desgracia, regulan y dirigen nuestras vidas más allá de lo que sospechamos. Matt Damon y John Krasinski asumen los papeles de guionistas y productores en este largometraje que también interpretan, y en el que son acompañados por las actrices Frances McDormand y Rosemarie DeWitt y el veterano Hal Holbrook. Damon y McDormand son dos empleados de una gigantesca compañía de gas natural que llegan a una pequeña comunidad rural para negociar con sus propietarios la compra de los derechos de explotación de sus terrenos. Mientras que algunos de los habitantes del pueblo verán la solución a sus problemas en esta oferta millonaria, otros más preocupados por los efectos medioambientales de la empresa no verán con buenos ojos el contrato aparentemente tan suculento. Para acabar de complicar las cosas, aparecerá un ecologista (Krasinski) con pruebas de los nefastos resultados de la implantación de instalaciones similares en otros estados. Conforme pasan los días, el personaje de Damon, medio enamorado de la pequeña comunidad, acabará planteándose la ética de su cometido.

Tierra prometida es, en resumen, una película visualmente agradable con una denuncia que, como casi tantas otras veces, pasará inadvertida o ignorada por el espectador, que transmite el gusto y la fascinación por esos ambientes campestres gracias a una bonita fotografía de Linus Sandgren, y en la que para mí sobresale un Matt Damon muy lejos ya de aquel soldado Ryan que lo descubrió al mundo y muy diferente del duro agente de la saga Bourne que demuestra que puede afrontar retos en toda una variedad de registros interpretativos. También me gusta mucho el papel del octogenario Hal Holbrook, perfectamente en forma para su edad. Argumentalmente guarda cierto parecido con una película que de la que soy admirador, Un tipo genial, aunque para mí no logra tener el mismo encanto.